ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Los primeros dos episodios de la serie La plataforma, de los seis con que cuenta la primera temporada, rápidamente ponen en situación a los televidentes. Foto: FOTOGRAMA

Una plataforma petrolera en el mar constituye un espacio fílmico de alta rentabilidad dramática, en tanto resortes como la crispación de los personajes en un entorno solitario y la ansiedad de permanecer en un escenario cerrado, lejos de tierra firme y a merced de los elementos naturales u otros, contribuyen al espesor de la narración.

Si bien el género fantástico tiene aquí un buen lugar para construir sus relatos, también ha sido empleado por otros directores, ajenos a esa variante, como Isabel Coixet. En La vida secreta de las palabras (2005), por ejemplo, la cineasta catalana rubrica, en sitio semejante, un vívido documento existencial en torno a la localización de la belleza en territorio del dolor.

No todos son la Coixet, y el martirizante Adrian Grumberg toma semejante foco como sitio de ambientación de su filme Demonio negro (2023), en el cual un tiburón gigante prehistórico –megalodón, por más señas– acecha a una familia y a los trabajadores de cierta plataforma petrolera enclavada en la costa mexicana.

La serie La plataforma (Amazon Prime Video, 2023-2025), estrenada en la Televisión Cubana, ubica al espectador en Kinloch Bravo, estación petrolera escocesa situada en el Mar del Norte. Los primeros dos episodios, de los seis con que cuenta la primera temporada, rápidamente ponen en situación a los televidentes.

Ese tramo introductorio establece una adecuada conformación caracterológica del variopinto grupo de seres humanos que allí labora, además de ofrecer elementos sicológicos de algunos de ellos, incidentes en la futura evolución del conflicto.

Representación a escala de la diversidad de la conducta humana, en la Kinloch Bravo el jefe Magnus (Iain Glen, conocido actor británico de la serie Juego de tronos) deberá sobrellevar disímiles comportamientos, que alcanzan un punto de exasperación por medio del trabajador Hutton (Owen Teale) o del directivo Coake (Mark Addy) gente complicada de manejar, con su costado sinuoso.

En sopesar el amplio diapasón de las actitudes humanas en situaciones de confinamiento, el material halla puntos de comunión con otra serie británica reciente, como la superior Vigil.

De igual forma, en la zona de apertura de La plataforma comienzan a mostrar indicios del grave peligro que se cierne sobre la estación petrolera; aunque sin definirlo ni explicarlo: en principio, un recurso esencial a la lógica narrativa del fantástico, el cual propende a la configuración de suspenso y del clima de suspense y zozobra.

Lo que ocurre es que la serie de David Macpherson explota esta carta sin mesura. A ello se añade el registro de una suerte de trastoque narrativo que le impide avanzar, crecer y desarrollar su premisa relacionada con el género de marras. Así, introduce esbozos de giros, nunca resueltos, sin tener la diligencia (o respeto con el espectador) de mostrar qué hay detrás del juego.

Entonces, La plataforma navega peligrosamente hacia una tierra de nadie argumental, en la que solo queda una nebulosa en relación con el misterio sobrenatural cernido sobre el sitio. Claro, esto se registra en busca de la transición a una segunda temporada (que pronto veremos), pero así y todo, eso se llama trampear al televidente.

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