ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Quizá el hecho de ver, con solo nueve años de edad, a Frankenstein (James Whale, 1931), me inmunizó contra el terror. Un género que disfruto y sigo religiosamente, aunque casi nunca sin alcanzar ese estado de pavor que constituye su objetivo y esencia.

No obstante, la primera temporada de la serie From (Epix, 2022-2024) me acercó a algo parecido al miedo: un miedo disfrutable, generado de una forma tan sencilla como certera.

En el pueblito sin nombre donde transcurre la trama, antes de la caída de la tarde el sheriff (interpretado por el actor Harold Perrineau) toca una campana, para recordar a todos los lugareños que deben refugiarse en sus casas a la menor brevedad.

Dentro de los hogares estarán protegidos por un singular talismán, ahuyentador de lo que está afuera, en la oscuridad.

Durante la noche, en este pueblo (¿maldito, embrujado, perteneciente a otra dimensión, blanco de un experimento?) se desata el horror. Cercanas a las puertas, a la espera de algún momento de debilidad de cualquiera de los inquilinos, se encuentran unas criaturas capaces de replicar la imagen de los seres queridos –ya muertos– de los moradores. Quien caiga en la trampa y crea estar frente a un familiar resucitado, les permitirá entrar. Entonces será despedazado.

A este pueblo se llega, pero no se sale. Las dos primeras temporadas de la serie no aclaran la razón. Solo entregan anzuelos informativos para que los espectadores tejan inútiles conjeturas.

Sí, por supuesto, en From hay su poco de Perdidos (no debe ser casualidad que parte de su equipo la respalde); de otra serie menos vista como Wayward Pines, y hasta de películas a la manera de La niebla o La aldea, la obra maestra de Shyamalan, estrenada en 2004.

Es imposible ser del todo original a estas alturas, si bien en From no importa tanto el sedimento como sí la forma de plantear y desarrollar el misterio, la tensión, el clima de desasosiego durante la nocturnidad.

En lo anterior, la serie es muy solvente. De hecho, ello representa el ángulo redentor de una pieza bastante discreta en otros aspectos: personajes poco dibujados, malos diálogos, mediocres actuaciones.

Los ataques de las criaturas (y el misterio generado en su derredor) producen verdadero terror: lo mismo las agresiones ocurridas dentro de las casas, que las suscitadas en pleno bosque, cuando algunos de los pobladores se ven obligados a permanecer en la noche; momento este en el cual no existen –casi– formas de impedir lo inevitable.

El inesperado éxito económico de una serie que costó cuatro centavos condujo al engolosinamiento de la cadena Epix (renombrada MGM+), que alargó From dos temporadas más. La segunda fue uno de los casos de involución creativa más notorios de una teleserie reciente. Repetitiva a rabiar, no introdujo señal de despeje de las incógnitas. En la tercera intentan retomar la senda del arranque, pero ya es muy tarde. Debió terminar en la primera, para ser recordada como merecía.

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