
El Cancionero y romancero de ausencias, del poeta español Miguel Hernández, muestra cómo la batalla de las penas, con la esperanza y la ternura, librada en la espiritualidad de un poeta, puede desprender una luz cegadora de belleza y de dolor.
La lejanía de la esposa, el destino de los hijos y la caída de la República española bajo las garras fascistas, trazaron una línea desde la raíz del autor, hasta su infinito amor, y guiaron cada poema de ese libro.
El bardo comenzó a traducir sus ausencias en letras desde el campo de combate, a finales de 1938 y, después de la derrota militar, en defensa de la libertad, continuó esa obra tras las rejas, donde la dictadura franquista lo abandonaría a la muerte, tras una lenta agonía por el deterioro de su salud, con solo 31 años, el 28 de marzo de 1942.
Las páginas del Cancionero... recogen, en violentas ráfagas, declaraciones de fe en la eternidad del alma y los sentimientos sublimes, alternadas con el pesimismo y el desencanto ante los sueños perdidos y la amenaza del instinto de la bestia sobre las virtudes humanas.
Sus dos hijos lo conmovieron con el temblor de la existencia y la partida. Tras el adiós prematuro del primero, Manuel Ramón, escribió vibrantes versos: Corazón que en el tamaño / de un día se abre y se cierra. / La flor nunca cumple un año, / y lo cumple bajo tierra. Para su segundo descendiente, Manuel Miguel, compuso las Nanas de la cebolla, al conocer que su esposa, que amamantaba al bebé, solo se alimentaba de cebollas y pan, para subsistir.
La separación forzada de Josefina Manresa lo condujo a afirmar: Apagado va el hombre / sin luz de mujer. Sin embargo, su recuerdo le valió para soportar las bocas de ira y los ojos de acecho, lanzados sobre su cuerpo.
Lamentó la inutilidad de las confrontaciones cuando aludió a las tristes guerras, impulsadas por cualquier motivo, menos el amor. En contraste, ese sentir le permitió volar, por encima de su encierro: No, no hay cárcel para el hombre. / No podrán atarme, no. / (…) Libre soy, siénteme libre. / Sólo por amor.
A lo largo de sus fugaces alegrías y sus constantes tragedias, Miguel descubrió cuántas pocas cosas realmente importan y las vertió en su Romancero, capaz de expresar tanto mundo con versos cortos y palabras desnudas.
Si borramos sus huellas, olvidaremos cuán marcados estamos por sus mismas heridas: «la del amor, la de la muerte, la de la vida».
Nos corresponde alejar al poeta, fallecido hace hoy 83 años, del destino de las ausencias, por todos los anhelos de belleza y justicia abrazados a su nombre.
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Alonso dijo:
1
29 de marzo de 2025
08:57:03
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