De nuevo amanecemos con la muy triste noticia de un fallecimiento que a todos nos duele: el del querido actor Enrique Molina. No obstante, mientras dejamos correr el dolor, de lamentarnos por tan sensible pérdida, confirmamos que es verdad que cuando personalidades de su talla nos abandonan, se convierten en luminarias para alumbrar el camino.
El excelente desempeño profesional que Molina hizo calar profundamente en nuestros corazones, estuvo estrechamente vinculado a sus esencias como persona. Sencillo, franco y sobre todo desprendido de sí, porque nunca extravió la suprema virtud de lo que implica entregarse al pueblo que lo admira. Semejante condición humana ha quedado impregnada en el alma de los jóvenes actores y actrices, inspirados en este legado mayor de nuestra cultura.
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