ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
«La obra de Retamar siempre me atrajo por la fuerza de sus versos», asegura el autor. Foto: Dunia Álvarez Palacios

El nombre de Roberto Fernández Retamar llegó a mi –quizá como a otros jóvenes de mi edad– cuando la Revolución triunfante nos propició un acercamiento a la obra de un grupo de escritores, cuya riqueza había permanecido casi desconocida hasta entonces por las grandes masas, valorada limitadamente en los escasos círculos literarios existentes en la Cuba de entonces.

La rica política cultural del Gobierno Revolucionario, en la que ocupó un lugar primordial la difusión de lo más selecto de la producción literaria cubana y universal, hizo familiar muchos nombres, especialmente de cubanos, que con excelencia y compromiso devinieron cronistas de la gesta libertaria recién concluida, a la vez que heraldos de los nuevos horizontes que se abrían en el campo del arte y la cultura. Gracias a ello, desde entonces, el reino de la poesía también fue nuestro. En ese entorno se produjo mi primer encuentro con la obra de Retamar, la cual me atrajo por la fuerza de sus versos, agudos, portadores siempre de una carga filosófica, en la  que eran evidentes sus reflexiones sobre el paso del hombre por la vida y su enfrentamiento con la muerte. Uno de sus textos, escrito según él mismo contó, en la alborada del 1ro. de enero de 1959, El otro, me conmocionó desde su primera lectura, por la meditación a la que incitaba a todos los que podíamos disfrutar de una vida en libertad, gracias a la mucha sangre derramada.

Vivencias personales me identificaban con los clamores de sus 13 versos, especialmente por mi cercanía a dos jóvenes, muertos a destiempo y convertidos en mártires. El primero de ellos, era Manolito Aguiar, mi compañero en el Instituto de Segunda Enseñanza de Marianao, por quien ejercí el voto por vez primera, para convertirlo en el Presidente de la Asociación de Estudiantes de ese centro. Era un joven carismático, alegre, afable, de grandes ojos negros que reflejaban inteligencia y un arrojo que lo llevó a desafiar los desmanes de la tiranía batistiana. Por sus méritos había alcanzado los grados de Capitán de Milicias del 26 de julio. Lleno de sueños, fue asesinado por el esbirro Ramón Calviño, el 1ro. de noviembre de 1958, mientras esperaba un contacto clandestino, en el bar Ensueño, situado en la avenida 51 y calle 100, en la barriada de Marianao, cuando solo contaba con 18 años de edad. El Preuniversitario donde lo conocí y lo vi desplegar su alegría de vivir, unida al compromiso social, lleva hoy su nombre glorioso. El otro, como deseo llamarlo ahora, es Félix Edén Aguada, un joven cienfueguero, muerto en abril de 1961, con apenas 21 años, durante los combates contra los mercenarios que invadieron Playa Larga. Su valerosa madre, Edelmira Gerardo, me hizo saber cuántos sueños comunes compartíamos. Ambos fueron jóvenes sencillos, como nosotros entonces, que la vida colocó en el sitial de los mártires, para ser recordados por nosotros, los sobrevivientes.

Pasaron los años y seguí sin conocer personalmente al admirado poeta, pero en la década de 1960, especiales circunstancias reunieron en el Edificio Dihigo, de la Universidad de La Habana, en G y Zapata, la Escuela de Letras y Arte y la Escuela de Historia, donde cursaba mi carrera. Un claustro de excelencia compartía allí sus saberes con talentosos alumnos, casi todos de procedencia humilde, a los que la Reforma Universitaria les había abierto las puertas de esa casa de altos estudios. En la Escuela de Letras y Arte, una galaxia femenina guiaba sus destinos, con nombres tan respetables como Camila Henríquez Ureña, Vicentina Antuña, Mirtha Aguirre, Graziella Pogolotti, Beatriz Maggi, Rosario Novoa, María Elena Jubrías y Adelaida de Juan.

Entre ellas se movía una figura de apariencia quijotesca, vestido de guayabera impecable, voz grave y pausada, y aunque su personalidad establecía una especie de distanciamiento, se mostraba afable en el saludo, coronado muchas veces por una discreta sonrisa. El personaje no era otro que Roberto Fernández Retamar, mi admirado poeta.

Durante largo tiempo quise hablarle, hasta que un día de 1965 lo abordé, mientras salía del salón de profesores, en la segunda planta del edificio.

«Maestro –le dije– usted tiene un poema que yo hubiera querido escribir». Me miró fijamente, y sorprendido me preguntó cuál era ese texto, y le respondí: «Uno que habla de los seres valiosos, que se fueron a destiempo, para que nosotros siguiéramos viviendo». Volvió al salón y regresó con una hoja de papel, en la que de pie, junto al barandal metálico, empezó a escribir, silenciosamente, con un bolígrafo de tinta azul. Cuando terminó me entregó la hoja en la que pude leer: Nosotros, los sobrevivientes, /¿A quiénes  debemos la sobrevida?/ ¿Quién se murió por mí en la ergástula?, Quién recibió la bala mía/ La para mí en su corazón?/ ¿Sobre qué muerto estoy yo vivo? …Nos miramos, sin decir palabra alguna. Desde entonces he guardado ese texto con especial emoción, y en los numerosos intercambios que tuvimos al paso de los años, tanto en las celebraciones de la Casa de las Américas, en el Ballet Nacional de Cuba o en diversos eventos, la forma especial de su mirada me hizo creer siempre que no había olvidado la emotiva circunstancia de aquella primera vez en que conversamos.

Conocí de su fallecimiento por la llamada de una amiga y, aunque sabía de su delicado estado de salud, la noticia me impactó fuertemente. Puse el Noticiero Nacional de Televisión, justamente en el momento en que el poeta leía los versos de El otro.

Misterio de la poesía y de su don para hablarle a la conciencia de los seres humanos. Los recibí como un símbolo, como un mandato suyo a la gratitud, a que nosotros, los sobrevivientes, no olvidemos jamás.

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.

nany dijo:

1

3 de agosto de 2019

06:22:34


Roberto Fernández Retamar un orgullo para todos los Cubanos y para la intelectualidad latinoamericana y mundial. Su obra será imperecedera.

Bruce dijo:

2

3 de agosto de 2019

11:46:19


Que bonita anécdota. Gracias por compartirla.

Hector Volonte dijo:

3

3 de agosto de 2019

16:57:34


Conocí a F.Retamar en 1985,mientras era Embajador de Cuba aquí en Uruguay. Un singular poeta y genuino representante de la Revolución Cubana. Fue más poeta que político. Dejó su impronta en quienes teníamos allá por 1985,unos 25 años ,se reanudaban relaciones con la Isla y sonábamos como hoy con el Socialismo.

Heem Gondes dijo:

4

4 de agosto de 2019

17:35:06


RETAMAR : Una gloria de CUBA!!!!! Bendiciones para él y muchísimas gracias por su cubania y apego a FIDEL..!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!