Cuando quien ha servido parte un mal día del mundo, no se hallan a sí mismos ni las cosas ni los seres que tocó. Con la fuga se va la voz real del que hizo mejores a los otros; la energía vital que lo habitaba. De esa falta hablan hoy las tablas y los que junto a ellas recibieron el calor del magisterio impartido por Berta Martínez, actriz, directora artística y diseñadora escénica de alta talla, fallecida el pasado sábado, a la edad de 87 años.
Bien aprovechados estuvieron sus estudios juveniles, iniciados en 1946 en la Academia Municipal de Arte Dramático de La Habana. Se hizo locutora y la Asociación Cubana de Artistas Teatrales (ACAT) la recibió como también lo hicieron diferentes emisoras capitalinas de la radio, vivencia que le permite descubrir desde muy temprano la trascendencia de la expresión oral en el hábitat del artista. Berta ha actuado entonces como actriz y sabe que no hay retorno posible. Hallada y defendida su vocación, no parará de perfeccionarla. Para ello irá a Estados Unidos en 1955 en busca de superación y logrará matricular, después de fuertes exámenes de aptitud, en la Bown Adams Profesional Studio.
La actuación es ya su vida. Integrada al grupo Prometeo, realiza protagónicos e incursiona con éxito en la dirección, por lo que recibirá reconocimientos.
La puesta de Santa Juana, de Bernard Shaw, será otro de sus alcances, harto avalados por el aplauso. Estudia a los clásicos, profundiza en ese ícono del teatro ruso que es Konstantin Stanislavski. Estudiando y actuando se está forjando la maestra.
El mundo nuevo que significó para los cubanos el triunfo revolucionario de 1959, impactó a Berta, quien fue fundadora de las organizaciones que van surgiendo. La cederista, la federada, la miembro de la UNEAC, integrará la Campaña de Alfabetización. El deber social no le será indiferente a la actriz que tendrá que enseñar ahora a leer y a escribir.
El grupo Teatro Estudio abrirá sus puertas a esta mujer que sabrá recompensar el gesto con actuaciones como la que defiende en la puesta de Madre Coraje y sus hijos, interpretando a Catalina, la hija muda de Ana Fierling. Inolvidable su entrega en Contigo pan y cebolla, de Héctor Quintero, dirigida por Sergio Corrieri, con el personaje de Lala Fundora, con el que la actriz sentó cátedra.
Su talento encarnó personajes de Lope de Vega (El perro del hortelano, personaje de Diana) y de Federico García Lorca (La casa de Bernarda Alba, como Bernarda) y dirigió puestas como La casa vieja, de Abelardo Estorino; Don Gil de las calzas verdes, de Tirso de Molina; Bodas de sangre y La zapatera prodigiosa, de Lorca, y el estreno mundial de La aprendiz de bruja, de Alejo Carpentier.
Con la compañía de teatro Hubert de Blanck, Berta trabaja en el reestreno de la versión para actores de La verbena de la paloma; y en la propia sala teatro Hubert de Blanck rediseña con rotundo éxito la escena de Fuenteovejuna, de Lope de Vega.
Hoy su nombre está en los titulares que anuncian su deceso como otrora estuvo en los más importantes medios, que anunciaron sus tantísimos premios y reconocimientos, los cuales encomiaron con creces el talento de esta dama que vivió para la actuación, tanto encarnándola como conduciéndola.
Por estas y otras razones, Berta Martínez recibió la Distinción por la Cultura Nacional; la Medalla conmemorativa XXX Aniversario de Teatro Estudio; la Orden Félix Varela, de Primer Grado, y el Premio Nacional de Teatro en el año 2000. Una larga lista de lauros podría hacer muy extensa esta nota que pretende unirse al sentir de la cultura cubana y al de todos los que lamentan la partida definitiva Berta Martínez. Que el sitial de honor donde vive su obra sea tomado en cuenta por actores, estudiosos y aprendices, es el premio mayor.
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Lázaro dijo:
1
29 de octubre de 2018
05:14:57
Andrachi dijo:
2
29 de octubre de 2018
08:15:49
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