Los noticieros, la prensa plana, los más variados circuitos de internet, incluida buena parte de las redes sociales digitales, proclamaron a los cuatro vientos la noticia: la dramaturga y narradora nacida en la isla de la Guadalupe en 1937, Maryse Condé, acaba de recibir el Premio Nobel alternativo que anunció la academia sueca, paradójicamente, el pasado 12 de octubre del 2018. Se trata de un galardón internacional de nueva creación, cuyos creadores llaman «el Nobel alternativo».
Sea su categoría la que sea, alternativa o no, se trata de un premio merecidísimo que viene a colocar en su justo lugar la excelencia literaria de una escritora quien, insertada en la más depurada tradición de las letras francesas, explora e incluye en su universo literario la experiencia lingüística creole para, así, instalar en el imaginario del lector común la conciencia de una identidad insular forjada a lo largo de la historia. Puede afirmarse que en las obras de Maryse Condé aflora siempre la historia, sin mayúsculas, a veces reproducida y, en muchos casos, cuestionada.
Patrick Chamoiseau y Raphaël Confiant, en su libro Letras creoles (2005), señalan que habiendo vivido Maryse en la Guinea de Sekou Touré, el mito de África se hace más que palpable en su famosa trilogía que comienza con Segou; las murallas de tierra (1984), donde se refiere la historia del antiguo imperio de Mali durante los siglos xvii, xviii y xix, para terminar con el regreso a la Guadalupe «atravesando manglares» en 1989.
No obstante, su amena y poderosa escritura la lleva a las cumbres de una excelencia formal en donde la conciencia de género es vital y marca la diferencia con la de clásicos como Aimé Césaire, Édouard Glissant y Emily Brönté.
La singular expresión literaria de Maryse Condé –que cultiva casi todos los géneros– se afilia a un estilo forjado mediante el ejercicio de una escritura femenina que afloró, con gran esplendor, entre los años 70 y 90 por las Antillas francófonas, con las de otra gran guadalupeña, Simone Schwartz-Bart (1938) y, posteriormente, la de Gisele Pineau (1956), quien fuera distinguida participante, en el 2017, en el marco de la Feria Internacional del Libro de La Habana. Ganadoras las tres, en distintas épocas, del Premio Carbet del Caribe, que fundara Édouard Glissant en 1990, estas autoras integran el canon que la haitiana Marie Chauvet (1916-1973) había inaugurado y que ha sido continuado por su compatriota Marie Célie Agnant (1953), radicada en la comunidad de haitianos en el exilio en la ciudad canadiense de Montreal.
En noviembre del 2010 la Casa de las Américas dedicó a la obra de Maryse Condé su prestigiosa Semana de autor en la que participara –procedente de la bella comarca guadalupeña de Montebello–, junto a su esposo el traductor británico Richard Philcox.
La isla de la Guadalupe ya cuenta en su haber con dos Premios Nobel, el de Saint-John Perse, en 1960, y ahora este de Maryse Condé en el hermoso otoño del 2018. La próxima edición del Premio Carbet 2018 tendrá lugar precisamente en la Guadalupe, bajo los auspicios de una figura legendaria como lo es Simone Schwartz-Bart.
La alegría y la satisfacción son tan inmensas como difíciles de describir ahora. Bienvenido el Nobel, como quieran llamarle, a Maryse Condé, extraordinaria figura de las letras mundiales.

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Alberto N Jones dijo:
1
23 de octubre de 2018
23:04:50
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