Desde sus primeros años Yanetsy Pino Reina (Sancti Spíritus, 1977) dejaba ver cuáles serían sus futuros rumbos. Amante ya de la poesía, memorizaba largos poemas cuyas pulsiones pretendía transformar en vida. Por eso quería regalar su ropita nueva «a las niñas pobres que vivían bajo la dictadura de Pinochet, para parecerme a Pilar, la de Los zapaticos de rosa».
Mucho tiene que haberle costado elegir el ensayo para consagrarle su mayor tiempo, cuando en la autora prenden tan fuerte también la narrativa y la poesía, ambas bien retribuidas con el reconocimiento de los expertos, a juzgar por lauros como el Regino Boti, de Guantánamo, y el Premio Sed de Belleza, que otorga la Asociación Hermanos Saíz, de Villa Clara.
Sin embargo, más de 20 años le ha llevado una investigación que obtuvo primero la Beca Dador como mejor proyecto en ensayo en el 2016, que ahora, convertido en un proyecto mayor, con el título Hilando y deshilando la resistencia (pactos no catastróficos entre identidad femenina y poesía), recibe el Premio Casa de las Américas, en el género Premio de estudios sobre la mujer.
–¿A qué se debe tu inclinación hacia el tema en cuestión? ¿Pasión por los asuntos de género o necesidad?
–Las dos cosas. Siendo alumna talento en la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas, donde estudiaba Licenciatura en Letras, habló conmigo la Dra. Elena Yedra Blanco, pionera de los estudios de género en Cuba. Me propuso que compilara una bibliografía sobre los estudios de género en publicaciones periódicas latinoamericanas; y yo terminé, además, adentrándome en los contenidos.
«A lo largo de mi vida he leído mucho. Aprendí a leer muy temprano y rápido. Prefiero la poesía, porque desde el inicio he sentido que me salva, que me da la capacidad de dialogar con la otredad y conocer lo que no soy yo. Eso me ayuda a crecer humanamente. Entonces, cuando comencé a leer poesía escrita por mujeres, observé que había rasgos, gestos, imágenes, contenidos, temas que se repetían; sobre todo en lo concerniente al ser mujer. A la par hallé una explicación: la mujer escribe desde su yo, porque ese yo ha sido sublimado, dominado, esclavizado, durante siglos; y necesita proyectarlo hacia afuera como una forma de liberación. Fue en ese momento cuando nació, iluminada, la génesis de lo que sería después el discurso de resistencia (centro de mi investigación y de mi libro): una definición que le ofrece a la crítica literaria feminista una categoría y un procedimiento nuevos».
–¿Están esas preocupaciones investigativas en la poesía y la narrativa que escribes?
–Sí. Mis dos libros de cuentos: El libro de las ausencias (ed. Luminaria, 2007; Letras Cubanas/ Luminaria, 2008) y Reinos de la noche (ed. Luminaria, 2012) manejan varias tesis en relación con esas preocupaciones. Una de ellas es cómo a través de las historias de vidas femeninas es posible palpar un fragmento importante, en presencia o ausencia, de la vida social o el existir. Los personajes buscan siempre una libertad que traducen en sus modos de vida, sin imaginar jamás que son solo marionetas de algo que les supera y les condena ante la posibilidad de satisfacer sus deseos, a veces positivos y luminosos, a veces oscuros y denigrantes. En todos los relatos la resistencia se instala de alguna manera: ante la vida, ante las leyes, ante el orden social o cultural, ante el arte, ante sí mismo o ante la muerte.
–En tus palabras de agradecimiento no hubo una sola alusión a tu vida personal. Dedicaste el premio, sin embargo, a Cuba, a todas las mujeres, y a las que sufren discriminaciones…
–Yo he sido, como el resto de las mujeres, víctima de abusos, de acosos, de denigraciones, de exclusiones, de castigos. Mi hoja de vida me ha convertido en una fiel defensora de las personas débiles o desvalidas. Como he leído mucho sobre historias de mujeres, casi siempre en la peor de las situaciones; he sufrido; he llorado; he servido de consuelo para muchas; y veo cómo la mayoría vive en el mundo siendo objetos de consumo y de esclavitud, no puedo desasirme de la justicia.
–¿Crees que con Hilando y deshilando... concluye algo, un trabajo, una etapa?
–En pleno siglo XXI falta mucho por hacer todavía para que en el mundo exista equidad; pero yo no puedo cansarme. Cuba es bienaventuranza en materia de respeto e igualdad de oportunidades; aunque nos queda lo más complejo: el cambio de mentalidad. Transformar subjetividades tarda siglos. Fíjate que en el 2019 festejaremos 60 años de Revolución, y hemos logrado mucho; sin embargo en la vida interior, en lo más recóndito de los hogares, todavía las mujeres llevan doble jornada de trabajo y sufren violencia, especialmente esa que no se ve y lacera tanto.
«Mientras en Estados Unidos las mujeres marchan en protesta contra la misoginia, el egocentrismo y el olvido de las mayorías que ha mostrado su presidente, en Cuba la presencia femenina tiene mayor alcance en todas las esferas de la sociedad, y nosotras recibimos respeto, inclusión y valor a cada minuto. Pero debemos continuar luchando por perfeccionar las conquistas, para que Cuba continúe siendo el país donde los sueños de las mujeres son posibles. Esa es mi meta, la utopía realizable, por la cual lucho y a la que están dedicados el premio y mi libro».
–El Premio Casa era un galardón soñado. ¿Por qué?
–Lo del galardón soñado lo dices por lo que viví. En 1999, justamente cuando Casa de las Américas festejaba su aniversario 40, un grupo de amigos y amigas, estudiantes de Filología y yo, visitamos por primera vez esa institución.
Cuando entramos un especialista nos contó su historia y la del premio. Yo, que desde entonces soñaba con ser escritora, dije para mis adentros: «Ay, si yo pudiera algún día llegar a ese premio»…Eran los deseos de una joven que tenía sed de saber, de justicia y de amor. Yo se lo debo a mi Cuba hermosa, utópica y posible: si no hubieran existido Fidel, Raúl y un mar de pueblo rebelde, y no hubiera habido Revolución, no existiera Casa de las Américas. Entonces yo ni siquiera hubiera podido estudiar y soñar con ese premio.










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Musy dijo:
1
1 de febrero de 2018
11:08:07
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