Misty Copeland tiene una sonrisa franca. Íntima. Y cuando sonríe luce más joven de lo que en realidad es. En fracciones de segundo sus 34 años desaparecen y parece un muchachita de 24. Llega a nuestro encuentro acompañada con su personal de trabajo y envuelta en un chal blanco. Pienso en Isadora Duncan*. Comienza la entrevista y se descubre el torso por unos minutos. Sus brazos son menudos pero musculosos, como los de pocas bailarinas clásicas. Nos mira a los ojos y vuelve a sonreír. Nos hace entrar en confianza. Misty está acostumbrada a los medios.
De hecho, es una bailarina mediática. Desde su debut el pasado año en el Lago de los cisnes en el rol de Odette-Odile y su posterior nominación a primera figura del American Ballet Theatre, la joven ha sido el centro de las noticias. Su carrera ya iba en ascenso como solista pero ahora un rasgo peculiar la distingue: es la primera bailarina afroamericana en ascender a la más alta categoría del ABT en los 75 años de historia del prestigioso elenco norteamericano.
Sin embargo, Misty combina muy bien su rol de bailarina en el ABT, con otras funciones públicas. La artista tiene un documental, dos libros autobiográficos publicados y una línea propia de muñecas Barbie.
Ha sido portada de prestigiosas revistas como Dance Magazine, la revista de danza más prestigiosa de Estados Unidos, y de Times, que la eligió como una de las 100 personas más influyentes del mundo. Su presencia se constata, además, en publicidades de T-Mobile, Dr. Pepper y Seiko, y ha actuado en varios shows de televisión y espectáculos de telerrealidad.
Catalogada por la prensa de su país como «la bailarina afroamericana más importante en este momento», Misty Copeland sobresale también por su apariencia y su atipicidad: mide 1.57 metros, tiene curvas y músculos definidos.
Su inicio en el ballet fue tardío. Hija de una madre soltera y con cinco hermanos, tuvo su primera clase de ballet a los trece años. No obstante, desde ese entonces su dedicación a la danza ha sido de una entrega absoluta.
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La conversación fluye. Misty es buena oradora. Hablamos de ballet, de su compañía, de Alicia Alonso, de su relación con Prince y de su visita a Cuba (la primera y esta segunda vez en que llegó como embajadora cultural del Departamento de Estado de su país).
Comenzamos por Tema y variaciones, creado específicamente por el mítico George Balanchine en 1947 para Alicia Alonso e Igor Youskevitch, cuando ambos formaban parte del ABT.
Misty llegó a La Habana por primera vez en 2010, precisamente, con ese ballet y con la misma compañía. En aquel entonces, la visita del ABT se catalogó de histórica (era la primera en 50 años) y Misty era solista.
«He bailado Tema y variaciones muchas veces y aquella vez que bailamos en Cuba, Alicia nos vio. Fue muy emocionante bailar esa pieza y poder tenerla en esa función, para mí fue muy significativo en un lugar como Cuba donde el arte es tan importante», rememora.
«Es increíble ser parte del ABT y tener una extraordinaria representación de tantas culturas. Alicia fue una parte importante de esa representación. Fue realmente muy emocionante reunirme con ella, en esta ocasión, y poder escuchar simplemente cada historia que me contaba; escuchar la pasión que tenía su voz y lo simple de los consejos que me dio. Esa simpleza es algo que yo pasaré a cualquier persona que me pida un consejo, ya que se redujo a algo tan básico como sonreír, pararse de puntas y ser uno mismo».
—Sin duda, bailar el Lago de los Cisnes figura entre los deseos de toda bailarina clásica ¿cuán importante fue para ti asumir ambos roles?
—Creo que para cualquier bailarina profesional es un honor bailar Odette-Odile y muy pocas tienen la oportunidad. Pero en los Estados Unidos no es muy común que una bailarina afroamericana interprete ambos papeles, por eso para mí fue muy significativo.
«Estar aquí en Cuba me hizo ver esa diferencia. He podido ser testigo de que los bailarines, muy independientemente del color de su piel o de su raza, pueden interpretar papeles principales en las compañías. La juventud aquí está creciendo con esa visión y eso es importante».
— ¿Cuánto crees que pueda influir en los jóvenes de la comunidad afronorteamericana el hecho de que finalmente una bailarina de raza negra haya sido promovida a prima ballerina en el ABT?
—Creo que es sentar un nuevo ejemplo de lo que es posible lograr en los niveles más altos de la danza. Algo que yo quiero es que los niños no vean barreras en lo que pueden llegar a hacer. Quiero que se vean identificados con bailarines de su mismo color de piel, que se vean a ellos mismos en los bailarines que como yo estamos representando los sueños que ellos pueden llegar a tener y que no vean una traba, una barrera por el color de su piel o por la forma que tenga su cuerpo.
—Estados Unidos es un país que se caracteriza por introducir mitos a través del cine. Hace unos años creó un poco de temores acerca de la profesión de la bailarina con una película como El cisne negro que fue muy premiada ¿cuáles, a tu criterio, son los riesgos reales de la profesión, los temores de una bailarina?
—Los miedos de la película no son reales. Cuando eres parte de una compañía profesional te sientes como en familia, pasamos mucho tiempo juntos y es lo contrario a lo que la gente se pueda imaginar. Lo que se muestra en la película es lo opuesto a la realidad. No existe una competitividad dañina entre los bailarines, somos más competitivos con nosotros mismos que con los otros y creo que muchos de los miedos que podemos tener son envejecer, lesionarnos o perder la pasión.
—En mayo próximo será tu debut en Giselle y Don Quijote ¿qué tipo de historias prefieres interpretar, dramáticas, trágicas, cómicas?
—Creo que aun estoy aprendiendo y creciendo como artista. Realmente depende de lo que estoy haciendo en el momento, de la situación…Me inclino hacia el drama, existe una especie de conexión con lo que uno puede hacer como mujer y bailarina hacia los roles que involucran algún tipo de historia de amor o de tragedia como es Julieta, que es mi favorito. Aunque luego de encarnar el rol de Giselle puedo cambiar de opinión.

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Misty habla rápido y no es tímida cuando lo hace. Su voz tiene una cadencia enérgica. Sonríe entre fragmentos de palabras. Su tono deja entrever que es una persona segura de sí misma, confiada, centrada en su realidad.
Cambiamos el tema y le pregunto por Prince, un genio creativo que influyó notablemente en la música popular, sobre todo en el ámbito del pop y el rock, durante las últimas décadas. Prince falleció este año y el rostro de Misty cambia cuando escucha su nombre en mi pregunta.
Contesta con tristeza.
«Conocí a Prince cuando tenía 26 años y trabaje con él durante muchos años. Viajamos juntos por todo el mundo y fue la primera vez, al trabajar con él, que descubrí mi verdadero potencial como artista. Entendí lo que era ser un artista. Me enseñó lo que significa que no te importe tanto la opinión que las otras personas tengan de ti, a no tener vergüenza de uno mismo…
«Era un gran amigo y un artista muy genuino. Las personas que conocí a través de él son amigos con los que todavía me mantengo en contacto y nos une precisamente lo que él nos enseñó. Lo llevaré conmigo siempre.»
Por último, hablamos de su visita a Cuba, que incluyó intercambios en la Escuela Nacional de Ballet, y clases de entrenamiento con bailarines del Ballet Nacional de Cuba, Acosta Danza, el Ballet Lizt Alfonso y Danza Contemporánea de Cuba.
Misty sonríe.
«El hecho de poder estar en Cuba es algo que me ha abierto mucho los ojos en el sentido de cómo la danza es una influencia fuerte tanto en la cultura como en la vida cotidiana y el sistema de educación.
«El poder interactuar con los bailarines en las distintas academias me ha hecho aprender mucho aunque hayan sido pocos días. Me llamó mucho la atención cuan poderosas y fuertes se proyectan las mujeres cubanas especialmente cuando bailan y eso es algo importante porque en los Estados Unidos cuando una mujer es fuerte en escena se ve como algo masculino.
«Quiero llevarme ese mensaje. Está bien proyectar fuerza y poder porque eso es simplemente lo que hace la personalidad de la mujer.»
*Bailarina y coreógrafa estadounidense, considerada por muchos como la creadora de la danza moderna. Isadora Duncan murió en un accidente de automóvil estrangulada por la larga chalina que llevaba alrededor de su cuello, cuando esta se enredó en la llanta del automóvil en que viajaba.
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reinaldo cedeño dijo:
1
24 de noviembre de 2016
07:24:34
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