
Cintio Vitier es de esos grandes cubanos de los que es preciso estar cerca siempre. Por estos días se hacen más hondos estos apegos dado que el pasado 25 de septiembre celebró la cultura insular el aniversario 95 de su natalicio y el próximo 1ro. de octubre se cumplen siete años de su deceso.
La fecha de su onomástico es siempre un motivo de orgullo para el Centro de Estudios Martianos, donde trabajara por diez años y hasta su jubilación este incansable intelectual laureado con el Premio Nacional de Literatura, el Juan Rulfo por la obra de la vida, y la Orden José Martí que otorga el Consejo de Estado, por solo citar algunos de los más significativos. Por tal razón tuvo lugar en sus predios un homenaje en su nombre —y en presencia de Armando Hart Dávalos, director de la Oficina del Programa Martiano y presidente de la Sociedad Cultural José Martí; de su eterna compañera, Fina García Marruz; Roberto Fernández Retamar, presidente de Casa de las Américas, y la doctora Ana Sánchez Collazo, directora del Centro— que resultó un sugestivo acercamiento al poeta, a juzgar por los sucesos que allí trascendieron.
Cintio Vitier entre nosotros fue el rubro de las palabras expresadas por el académico Enrique Saínz. En ellas el especialista valoró a Cintio como magnífico ensayista y pensador y recordó con precisión la valía de sus poemarios y textos críticos a la vez que destacó su condición de auténtico maestro preocupado durante toda su vida por la conservación de los valores que «hoy nos hacen tanta falta».
Refirió cómo el conocimiento de Martí significó para él una fuente nutricia desde muy temprano y ello fraguó la base de su posterior defensa de los postulados de la Revolución, sin abandonar su religiosidad. «Su cristianismo y su poesía le permitieron comprender a su prójimo en su verdadera dimensión», expresó.
De inevitable remembranza resultó el ensayo Ese sol del mundo moral. Para una historia de la eticidad cubana, 1975, y Lo cubano en la poesía, 1958, obra de permanente consulta, donde aparece, al decir de Saínz, un pensamiento que apunta hacia posiciones ideológicas como las que sustentaron su posterior prosa reflexiva.
Del ejemplo lúcido de Vitier, Saínz alegó que «es para todos los jóvenes que quieren adentrarse en la poesía y en el conocimiento de lo mejor de la cultura humanística», y en no menor medida es un paradigma en general para los intelectuales «que van en busca de la redención espiritual. Ahí tenemos su obra para todos».
Particular emoción provocó en los presentes la disertación de Adrián Vitier, nieto de Cintio. En sus palabras sobrias y a la vez plagadas de orgullo y cariño, contó, entre otros apuntes, jocosidades de su abuelo, quien, cuando se le dedicó una de las Ferias del Libro —que también rendía tributo a Italia— expresó que quería se la dedicaran a él como un país, y a Italia como persona, una idea espontáneamente simpática, pero nada disparatada en el aprecio de quienes dan fe de la entrañable presencia de Cuba en este escritor de probado calibre.
La agrupación Habana Clásicos puso música universal y cubana a la merecida evocación a Cintio, uno de los grandes de la cultura cubana. Pensador, martiano esencial, que halló en el Maestro un paradigma y que junto a Fina ha legado a su país una valiosa descendencia.












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Wilfredo dijo:
1
27 de septiembre de 2016
15:10:16
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