Zaida es netamente cubana. La Isla, con esa mezcla de sol, mar y campo, parece rebelarse en sus entrañas creativas. El monte despierta en su pincel con los resplandores de la mañana, y la noche no duerme en sus imágenes, revolotea con la naturaleza que hierve en sus venas de mujer. Entre capas y capas de líneas, acumula manchas, gestos y colores que se posan porque sí. Ella es también poeta. Palabras e imágenes se entrecruzaron una vez. Por eso ilustra su poesía.
Pero, en su más reciente muestra Ellas subieron al podio, inaugurada en el vestíbulo alto del Hotel Tryp Habana Libre, con su personal manera de pintar, un tanto espontánea, ilustra y enfoca el deporte, y dentro de él, a aquellas mujeres, de muchos países, que con su esfuerzo y tesón han arrancado medallas del Olimpo en las distintas disciplinas competitivas, a través de los años. “Son leonas, féminas de cielo y mar, diosas que pueblan mi altar / cuando mi pincel diseña sobre el lienzo tanta seña de atleta firme, / sencilla. Junto al sol cada una brilla, ríe, danza, canta y sueña”, al decir de Zaida.
Fantasía, autenticidad, imaginación corren por la obra de Zaida del Río, dibujante, pintora, ceramista y grabadora, graduada de la Escuela Nacional de Arte, del Instituto Superior de Arte y de l’Ecole des Beaux Arts en París. De sus piezas emerge un juego de gran fertilidad, donde las ocurrencias, el canto natural, los trazos virtuosos y la sensual vibración arman una fábula visual.
Repasando con la mirada, las 20 obras expuestas —técnicas mixta/cartulina—, el espectador traerá a la memoria a muchas mujeres que hicieron época en el deporte, ya sea en olimpiadas o competencias internacionales, dejando huellas imborrables. Por Cuba sumó a esa imprescindible Mireya Luis (voleibol), la incansable Ana Fidelia Quirot (atletismo), y María Caridad Colón, quien llevó bien lejos la jabalina, en su tiempo, para coronarse campeona olímpica. A partir de ahí, convoca con sus retratos, a los recuerdos. Nadia Comaneci, la rumana que dejó boquiabiertos a todos desde su adolescencia descomunal en la gimnasia, la nadadora costarricense Claudia Poll, la tenista Serena Williams (Estados Unidos), la saltadora de pértiga Yelena Isinbayeva, y muchas otras más, hasta un total de 20 para conformar el catálogo de campeonas de judo, salto alto, ajedrez, pesas, lucha libre, clavados…
Con mano diestra, contornea cada atleta en una obra singular, respirando desde lo más intrincado de la naturaleza. Esa que Zaida lleva dentro y esboza en el cuadro, en una escenografía vital para cada personalidad. Quizá por aquello del agua —del río (su apellido) y de la lluvia—, para plasmar su mundo ella recurra a las transparencias, finas y ágiles líneas, “aguadas” que provocan matices muy sutiles, manchas, junto con descargas gestuales y trazos gruesos y muy expresivos. Todo ello, para hacer más reales sus creaciones, como queriendo tocar la tierra y la vida circundante, es decir, para ser más real.
El paisaje de sus recuerdos más íntimos aflora en cada pieza, elaborado con sus posibilidades poéticas; donde incorpora elementos vegetales y animales tratados con esa especie de cándido acercamiento, en los que asume una forma plástica altamente refinada. El color lo aplica con mesura, solo lo imprescindible para resaltar el dibujo, que es el modo de expresión que más le gusta. Y dota a sus dibujos de un ritmo, de melodía porque de esa forma permite que cada detalle, cada elemento se integre al conjunto. Su línea se agita, se fragmenta, sometida a una continua transformación. Pasea por el mundo y vuela con el pincel de Sydney a Tokio, de Brasil a Estados Unidos, por América, de la danza al poema, de Cuba al mundo. Zaida es cubana y universal. Su pintura es ella misma.
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Mireya Luis dijo:
1
18 de mayo de 2016
13:19:51
La Remediana Respondió:
20 de mayo de 2016
10:45:22
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