“Un bailarín sin técnica —sentenció Alicia Alonso— carecería de lenguaje para expresarse. Pero, cuidado: la técnica siempre deberá ser un medio, nunca un fin en sí mismo. Para mí, el movimiento es una acción significante, no una dinámica vacía de contenido. De ahí parten algunos problemas que conspiran contra el clasicismo dancístico, cuando el perfeccionamiento de la técnica conduce a algunos bailarines al virtuosismo acrobático espectacular, ajeno a una idea dramática o a un concepto estético”.
Un primer bailarín debe tener ciertas características para ostentar tamaño título, entre otras, es el artista que domina la técnica de su instrumento principal: el cuerpo. Es aquel que aventaja a los demás por realizar hazañas físicas mediante los pasos técnicos, pero ejecutándolos a la perfección en sus mínimos detalles. Por supuesto, conjuntamente con la expresividad y el estilo, armas también fundamentales para ser un destacado bailarín clásico. Se podría hablar mucho más, pero si no existe el extra, la inteligencia y capacidad de sobrepasar las dificultades y las barreras de todo tipo que se enfrentarán en el arduo camino en este arte, tampoco se logrará ceñir la corona que está dedicada a unos pocos.
Tenemos, por suerte, en nuestra danza, un ejemplo máximo: Alicia Alonso.
Poseedora de todas las cualidades expuestas, en su más alta expresión, añade la huella fértil de su genio y sensibilidad, la poesía en sus movimientos…Y suma aquellas otras, imprescindibles: la audacia y el tesón, sin las cuales no hubiera sido capaz de escribir y cosernos en el alma, las más inusitadas emociones y recuerdos, durante tantos y largos años. Es algo imprescindible para llegar y ser.
El Lago de los cisnes, protagonizado el pasado viernes por Anette Delgado junto con Dani Hernández, en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, en ocasión de la temporada del clásico en los Días de la Danza —que continúa esta semana 28 y 29 de abril—, motivó estas reflexiones. Porque, en primer lugar, la artista evidenció que es una de las alumnas cimeras de la Maestra, en estos tiempos, lleva su estirpe.
Detrás de esa etérea figura, hay una armadura de acero y fuerza. Fue su Odette un campo fértil donde el gesto artístico se magnificó en una de sus más perfectas interpretaciones. Sin embargo, nadie en el auditorio supo que detrás de aquella proeza de absoluta emoción y belleza, la artista bailó, con una lesión en la rodilla, acaecida en plena función, en ese segundo acto. Y su danza, perfecta, alcanzó cimas en sus posibilidades de expresión, sobrepasando el dolor, para entregarse una vez más al público, de la mano de una Odette tierna y angustiada.
Fuertes ovaciones saludaron, ya al final del adagio, un desempeño cuajado de sensibilidad. Esta y no otra —contando el exigente tercer acto y todo— es la verdadera prueba de fuego del ballet. Al salvarla, daba muestras de su capacidad artística y humana, algo no por esperado menos estimulante. Para lograrlo, resulta indispensable la técnica, pero más aún, el sentido poético que debe regir el movimiento. Dueña de la situación, Anette dibujó cada arabesque, mantuvo el cuerpo flexible y siempre suave el port de bras. No se observó huella de preocupada conducta con respecto a la importante labor.
Los minutos de amor del dúo dieron oportunidad para una estética de gran nivel junto a su acompañante, ese danseur noble, de alto calibre escénico, técnico y estilístico, que es el primer bailarín Dani Hernández, un ejemplo digno a seguir por todo el elemento masculino del Ballet Nacional ¡que tanto lo necesita! Equilibrada siempre, sacó partido incluso del rallentando —para nosotros excesivo— que asumía la orquesta.
Buen gusto, balances, cuidadosos empeines, definieron el desarrollo escénico cuando luego llegó la línea trazada por sucesivos tour-arabesques, se afirmaba la favorable impresión: Anette Delgado estaba dando lo mejor de sí. El lírico matiz de Odette se transformó en talante acento cuando tocó vestir la Odile.
En la variación observamos que pasaba ¿dos? ¿tres? ¿cuántas veces? En serie de limpios giros. Luego, la coda (fouettés, dobles pirouettes, para el inicio y el final triple pirouettes, el desplazamiento en arabesque sauté (la vaquita), y los vertiginosos piqués. Siempre en personaje. El trabajo en todos los actos reafirmó su valía, su clase de primera bailarina.
Del resto del elenco, cuerpo de baile, orquesta, habrá tiempo de hablar en otro comentario sobre la temporada. Hay tela por donde cortar. Este fue dedicado a la artista, bien lo amerita.












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Conchi dijo:
1
28 de abril de 2016
08:57:05
luis alberto Respondió:
9 de mayo de 2016
17:33:03
albert dijo:
2
28 de abril de 2016
09:31:34
pjmelián dijo:
3
28 de abril de 2016
15:34:04
Colaborador Danzarío dijo:
4
28 de abril de 2016
22:51:32
afaro julian dijo:
5
30 de abril de 2016
08:19:55
Edgard dijo:
6
30 de abril de 2016
15:25:12
Vascocubano dijo:
7
1 de mayo de 2016
04:38:12
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