El 2015 es, como afirmamos en ediciones anteriores, un año invadido por las artes visuales. Dos bienales con modelos diferentes, la de La Habana y la de Venecia, regresan a la plataforma internacional como espacios consolidados de intercambio para mostrar las vanguardias del arte contemporáneo.
La primera, que comenzará en la capital cubana el próximo 22 de mayo y se extenderá hasta el 22 de junio, se reafirma como verdadera vitrina donde apreciar obras cuestionadoras con concepciones estéticas y formales disímiles. El evento, considerado el más grande de las artes plásticas en Cuba, llega a su duodécima edición con acciones, intervenciones y performances extendidos a los espacios públicos, plazas, parques y sitios como Casablanca, el Parque Trillo, la Universidad de La Habana, la Universidad de las Artes, el Pabellón Cuba, el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales y la Fototeca de Cuba, entre otros.
La otra, en cambio, catalogada como la Bienal por excelencia, celebrará su 56 edición del 8 de mayo hasta el 28 de noviembre. Reconocida entre las más antiguas, importantes y prestigiosas exposiciones internacionales de arte del mundo, la jornada veneciana albergará por tercera vez un pabellón cubano, lo que —sin lugar a duda— abre un importante espacio de análisis sobre nuestro arte contemporáneo y la existencia de una pluralidad de temas que transitan desde lo local a lo universal.
Sobre ambas bienales conversamos en exclusiva con Rubén del Valle Lantarón, presidente del Consejo Nacional de las Artes Plásticas. La conversación tomó como punto de partida la presencia cubana en Venecia, debido a la proximidad del evento.
“Es la tercera vez que Cuba participa con un espacio propio, pues la Isla no cuenta con un Pabellón Nacional en el Giardini (los jardines), que alberga varios pabellones nacionales permanentes, ni contaba con los recursos financieros para alquilar otro espacio. Cuba, a pesar de tener un movimiento artístico consolidado, no tenía un espacio en ese contexto, aunque anteriormente participábamos como invitados en exposiciones colectivas organizadas por el Instituto Italo-Latinoamericano (IILA).
“Esta colaboración a través de los años ha tenido ciertas irregularidades, y se han verificado ediciones en que a través de esta vía asistieron al evento excelentes artistas, mientras en otras se perdió totalmente la jerarquía de la representación cubana.
“Para nosotros ha sido muy beneficioso poder revertir esta situación, pues desde hace tres bienales contamos con la colaboración de los editores italianos Maria Vicini y Cristian Maretti, quienes junto con el Ministerio de Cultura cubano han favorecido convertir en realidad ese viejo sueño de tener en Venecia un pabellón nacional gestado desde nuestras instituciones con curaduría del Centro Lam”, explica.
“En la edición anterior nuestro pabellón se emplazó en el Museo de Arqueología, ubicado en la misma plaza de San Marcos, y en esa oportunidad los artistas cubanos compartieron el espacio con otros prestigiosos creadores internacionales.
“Ahora, para la 56 edición, la nómina cubana está conformada por Luis Gómez, Gretel Rasúa, Celia y Yunior (pareja de artistas) y Susana Pilar, todos graduados del Instituto Superior de Arte. Además, en ese espacio compartirán con otros cuatro artistas invitados extranjeros.
“El proceso curatorial, a cargo del cubano Jorge Fernández y del italiano Giacomo Zaza, hizo énfasis —para la presente edición— en una pauta curatorial que tomaba como eje la figura del artista, abordada desde la dualidad entre su individualidad y el contexto, o sea, el artista como decodificador de realidades, como re-editor de entramados sociales, ideológicos, históricos.
“La muestra cubana apuesta por un arte inteligente, indagador, cuestionador, comprometido con la realidad concreta del cubano pero con asideros y abordajes que también trascienden lo local y se insertan en lo universal.
“Las obras que se llevan a Venecia: La Revolución somos nosotros, de Gómez; De la permanencia y otras necesidades, de Rasúa; Apuntes en hielo, de Celia y Yunior; y Dominio Inmaterial, de Susana; son piezas que no proponen la idea del arte como espectáculo banalizador. Se plantean problemáticas globales de la humanidad, así como la doble moral inherente al mundo artístico, donde emerge una nueva figura de artista-empresario mediático.
“En cierta manera, también las obras sugieren una crítica al sistema de grandes eventos, donde lo fundamental no es el valor simbólico de la obra en sí misma, sino el mercadeo que se produce en torno al mundo del arte y la figura del artista”, subraya.
BIENAL DE LA HABANA
La Bienal de La Habana surge como una alternativa a la Bienal de Venecia, explica del Valle. “En sus inicios, se concibe para favorecer un espacio de visibilidad a las creaciones de los países del Tercer Mundo, dígase a los artistas africanos, latinoamericanos, caribeños, asiáticos, y de otros países que no tenían cabida en la jornada veneciana.
“Esta duodécima edición está enfocada a penetrar en los intersticios de la ciudad, a la ruptura del concepto tradicional de lo que comprendemos como arte en aras de una visión más revolucionaria de la idea del público. El arte ha ido rompiendo los esquemas decimonónicos y cada vez más se inserta y relaciona con la vida cotidiana. Siguiendo esta premisa, en esta oportunidad van a confluir proyectos interdisciplinarios y procesos de inserción social desde una perspectiva integradora que bebe de disímiles saberes como la ciencia, la biología, la genética, la arquitectura, entre otros.
“Resulta oportuno aclarar que los artistas van a operar desde su obra en el entramado social: comunidades, universidades, parques, plazas. Los creadores, desde el lenguaje de lo contemporáneo van a interactuar con públicos más específicos, buscando incidir en lo que hoy se ha denominado micropúblicos.
“Hasta la fecha contamos con la presencia de 26 artistas cubanos y más de 100 extranjeros, en su mayoría de América Latina, África, Medio Oriente y Asia”.

—Podría parecer que esta Bienal huye un poco de las colecciones cerradas de los museos, ¿se pensó así?
—Fue una voluntad del equipo curatorial alejarse de lo tradicional en este sentido. La Bienal es, esencialmente, una plataforma para la experimentación y búsqueda de renovación formal, estética, conceptual. Pero también marca la vanguardia en la manera de gestar y manejar eventos de esta naturaleza.
“Nuestra política cultural busca fomentar estas experiencias, a la vez que promueve y defiende un espacio de diversidad y pluralidad. Ese es el verdadero sentido de la libertad de creación. Por ello hemos generado, paralelamente, un programa colateral donde están confirmados más de 300 artistas cubanos.
“Hemos organizado una gran exposición en el Parque Morro Cabaña bajo el título de Zona Franca, que será la exhibición más amplia y disímil que se haya mostrado en el arte cubano, sumado a una segunda edición del proyecto Detrás del Muro, y todo un conjunto de exposiciones en los más variados espacios”.
—¿Cuáles son sus expectativas?
—Nuestra aspiración mayor es que el público cubano asuma la Bienal como un bien propio, que se relacione con las obras y proyectos, que se acerque a ellas desde su perspectiva personal, que participe.
“Esperamos romper ese signo del arte contemporáneo pensado solo para las élites. En Cuba queremos que el arte sea patrimonio de la sociedad, que contribuya al mejoramiento humano”.












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jose dijo:
1
3 de mayo de 2015
22:09:30
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