
Después de tres meses ininterrumpidos (enero a marzo) con 45 funciones distribuidas entre jueves y domingos en la sala Tito Junco del Complejo Cultural Bertolt Brecht, Rent, el musical que nos llegó con producción Habana Broadway, dijo adiós con el mismo éxito que coronó sus presentaciones iniciales.
Lo primero a resaltar es esto: los llenos absolutos, el público desbordante que en no pocos casos tuvo que regresar al teatro por no alcanzar localidades; si bien en el lugar de donde procede la obra —esa capital del género que significa la afamada zona en Manhattan— se estila que la mayoría de los montajes permanezcan en cartelera hasta años, bien se sabe que entre nosotros no es así, excepto algunas puestas de Teatro El Público.
Mas, seguro estoy de que, si continuara presentándose, esta coproducción entre Estados Unidos y Cuba, específicamente entre el Consejo Nacional de las Artes Escénicas y Nederlander Worlwide Entertainment, seguiría atrayendo a los más diversos espectadores, incluyendo aquellos muchos que han repetido la pieza autobiográfica de Jonathan Larson.
Ya la compañía había presentado en el 2011 el notabilísimo espectáculo Embajadores de Broadway en el Gran Teatro de La Habana, que marcara un hito al ser el primero que desde la meca del musical en Estados Unidos debutaba entre nosotros después de 1959, pero con Rent se cristaliza un suceso más complejo aun: la colaboración de personal técnico y artístico procedente de la Isla, para orgullo nuestro, asumió el reto con una profesionalidad encomiable, ante todo porque esta obra de Larson, tan representada en Broadway y en todo Nueva York, además de conocer decenas de versiones en el extranjero y viajar al cine, detenta inmensas dificultades musicales, coreográficas y dramáticas, que solo con un cohesionado trabajo de equipo podría salir adelante.
Y en efecto, sin chauvinismo alguno, se debe reconocer que en términos generales ello se consiguió con algo más que dignidad artística. El colectivo cubano (Reynier Rodríguez como director asociado al norteamericano Andy Señor Jr., William Ruiz y Alina Ricard coordinando labores de producción que asumieron directamente Erich Cartaya y Thelma Carrasco) logró ofrecer un Rent personal, sui generis y, en más de un aspecto, memorable.
Trasunto de algunos signos epocales que lanzó la cismática década de los 90, el musical —versión contemporánea de La Boheme de Puccini— refleja la creciente y devastadora presencia del sida, el desempleo, la marginalidad, la inseguridad para la vivienda —de ahí su título— , la música rock y el cine más underground, la diversidad sexual y la droga según la huella que dejara en jóvenes de un barrio pobre newyorquino que luchan contra sus propios demonios. Desde una perspectiva coral en el subsistema de personajes, en una cuerda floja que se mueve entre el humor más ríspido, la ternura y un dramatismo rayano en la tragedia, Rent se expresa en el lenguaje difícil, pero contagioso, del canto y el baile.
La versión cubano-estadounidense contó en tales aspectos con profesionales muy competentes: Diana Rosa Suárez —no la conocida actriz— en la dirección musical, Odwen Beovides y Lynet Rivero frente a las coreografías, más un diseño sonoro de Alberto de Fuentes y la dirección técnica de Marvin Yaquis. Llama la atención la muy lograda traducción y adaptación —talón de Aquiles de algunos musicales vertidos a nuestro idioma— que no deja sentir violencias letrísticas ni “cañonas” armónicas; la paleta musical —desde el predominante rock en varios estilos y la balada a la country music, sin desdeñar influencias muy bien asimiladas de indiscutibles referentes del género como Sondheim y Bernstein y hasta del propio Puccini— llegó en arreglos sencillos logrados con mínimos instrumentos, un conjunto de cámara (liderado por Laura de la Caridad González) que sin embargo llegó a sonar como mucho más.
Así lo propiamente bailable, sobre todo en la plataforma de una perspectiva contemporánea, permitió el movimiento no solo limpio sino elegante y funcional; el trabajo intenso permitió que actores sin experiencia en ambos rubros se proyectaran más que decorosamente, lo cual no excluye, por supuesto, niveles en los alcances propiamente histriónicos.
Pero también la puesta en Cuba descolló por una escenografía ecléctica, con ecos tanto del futurismo como de ciertas vanguardias arquitectónicas, complementaria de los hondos conflictos que atraviesan los personajes; Maykel Martínez salió ileso en tan difícil punto, apoyado en un diseño de luces (Roberto González) que privilegió más la búsqueda de estados anímicos que de espacios físicos.
Y vayamos a quienes sostuvieron sobre sus hombros, gargantas y pies, el gran desafío que constituyó Rent entre nosotros; imposible por los eternos problemas del espacio referirnos a todas las actuaciones, pero me gustaría destacar no solo nombres claves desde las funciones iniciales (Josep Puentes, Reynier Morales, Mario Alain Sardiñas, Luis Alberto Aguirre, Suraymi Milian, Zammys Jiménez) sino algunos sustitutos de las funciones finales que también subieron la parada (Isbel García, Laura Isabel Mora, George Abreu, Edil Amed Daly, Claudia Mulet, Arianna Delgado) sobre todo porque no pocos de ellos asumieron desde el inicio varios personajes.
Rent sin lugar a dudas, marca un antes y un después en el teatro musical cubano; ya se sabe que los récords hay que, por lo menos, mantenerlos. Esperamos que así sea.












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lesbia rodriguez baez dijo:
1
2 de abril de 2015
08:07:44
lesbia rodriguez baez dijo:
2
2 de abril de 2015
08:08:58
Julio Suarez dijo:
3
2 de abril de 2015
08:56:46
giovanni duarte dijo:
4
2 de abril de 2015
19:31:20
Vivian dijo:
5
3 de abril de 2015
18:20:06
alex dijo:
6
7 de abril de 2015
11:27:09
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