
Dueño de una fecunda carrera en el teatro, el cine y la televisión y, por demás, artífice de la existencia de incontables e inolvidables personajes, el actor Raúl Pomares (Las Tunas, 1934) desapareció físicamente en la mañana de ayer, aun cuando cada noche de martes, jueves y sábados continuemos disfrutando de su última actuación en la telenovela cubana La otra esquina, donde interpreta al abuelo Yayo.
Catalogado como uno de los mejores actores cubanos y entre los más populares, Pomares comenzó su vida artística en 1956, en el Teatro Universitario de Santiago de Cuba.
Con el triunfo de la Revolución, se inició como profesional en el Conjunto Dramático de Oriente y se convirtió en fundador del Guiñol de Santiago de Cuba. Precisamente, en esa provincia, integró el elenco dramático del canal Tele Rebelde.
Entre la extensa y rica hoja de trabajo de Pomares también estuvo la dirección del Cabildo Teatral Santiago y el Cabildo Teatral Guantánamo, además de su incursión en la docencia.
En el cine, su primera aparición fue en el clásico cubano: La primera carga al machete, dirigido por Manuel Octavio Gómez. Bajo la batuta de este realizador volvió a trabajar en Los días del agua y en Una mujer, un hombre, una ciudad.
Después participó en más de una treintena de películas, entre las que sobresalieron El Hombre de Maisinicú, de Manuel Pérez; Plaff o demasiado miedo a la vida y El elefante y la bicicleta, ambas de Juan Carlos Tabío; Kleines Tropicana, de Daniel Díaz Torres; La vida es silbar de Fernando Pérez; y más recientemente en Esther en alguna parte, dirigida por Gerardo Chijona.
Carismático, de amplio espectro y fuerte presencia escénica, las cualidades histriónicas de Pomares llegaron muchas veces a la pantalla chica en varias telenovelas.
El naranjo del patio, de Xiomara Blanco; Salir de noche, de Mirta González Perera, Al compás del Son, de Rolando Chiong; Lo que me queda por vivir, de Maité Vera; Oh, La Habana, de Charles Medina; y la teleserie Diana, de Rudy Mora, fueron algunas de las novelas que contaron con sus interpretaciones.
Querido y admirado por muchos, una vez, al ser entrevistado por La Jiribilla, Pomares se definió de la siguiente manera: “Soy muy buena gente. Tengo una ética, compadre. Sí, es verdad que me quiere la gente, hasta los malos me quieren”.
El actor fue merecedor de la Distinción por la Cultura Nacional, otorgada por el Consejo de Estado de la República de Cuba, y del Premio Nacional de Teatro.
Según informó el Ministerio de Cultura, su cadáver fue incinerado y su funeral será una ceremonia familiar e íntima.












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mario dijo:
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20 de enero de 2015
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Martha Hernández dijo:
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