ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
El músico y humorista argentino Ernesto Acher. Foto: Rafael de la Osa

El paso de Ernesto Acher por los magníficos Les Luthiers de­jó una profunda huella en am­bos. Las inquietudes humorísticas y musicales de todos los que han pasado por el grupo dieron cuerpo a una visión que cambió para siempre la manera de concebir propuestas para hacer reír a las personas, en es­pecial en este lado del mundo.

Militó en el fabuloso conjunto desde 1971 hasta 1986, y a la vuelta de los años, con un sinnúmero de interesantísimos pro­­yectos echados a andar, re­co­noce que fue una etapa que mar­­­có todo lo que haría después.

Quienes siguen el trabajo del grupo argentino, en particular el de aquellos años que mu­chos aseguran fueron los mejores porque sentaron las bases de su peculiar estilo de concebir el humor, recordarán que a Acher le debemos las piezas Ma­­nuela's blues, La Bossa Nos­tra, Teresa y el oso, Lazy Daisy, Epopeya de los quince jinetes, y Sinfonía interrumpida, en­tre muchísmas otras, todas convertidas en obras de culto por su altísimo vuelo compositivo e interpretativo y el espectacular acompañamiento de letras de probado rigor en pos de un humor verdaderamente inteligente.

Argentino de nacimiento y chi­leno por adopción, visitó Cu­­ba por primera vez en 1983, cuando Les Luthiers se presentó en el teatro Mella y no regresó hasta 2007, cuando in­vitado por Alejandro García “Vi­rulo” lo trajo a la edición del Aque­larre de ese año. Ahora Er­nesto Acher vuelve a La Ha­bana nada más y nada me­nos que a presentar un espectáculo junto a Virulo, y que titulado Juegos Sinfoniquísimos tendrá por sede al Karl Marx hoy en la noche.
—¿De qué va Juegos…?

—Este es un proyecto que transcurre completamente en­tre Vi­rulo y yo. Como somos pa­rientes en esta cosa de juntar las músicas, se nos ocurrió que sería muy divertido presentar los juegos que yo acostumbro a hacer y que consisten en mezclar la música clásica con la po­pular, cosas que aparentemente no tienen ninguna relación pero se complementan mucho más de lo que uno cree.

“Las mezclas siempre resultan graciosas o al menos ingeniosas, a lo que se suman los temas de Virulo, de los que soy un adicto, con la particularidad de que a algunos de esos temas le dimos ropaje sinfónico y a otros populares.

“Para el espectáculo contamos con el respaldo de una or­questa integrada por unos 60 instrumentistas que para la ocasión será dirigida por mí y a la que se suman algunas bandas pop, que dan los matices a algunos de los juegos, y lo que yo llamo el combo latino, que no es más que una sección de percusión. Por supuesto estarán los muchachos de An­ti­vi­rus, el grupo que acompaña a Virulo desde hace algunos años.

“El espectáculo es un reto tremendo, sobre todo para la or­questa porque está trabajando dos repertorios simultáneamente y a la vez participan en el Fes­tival Boleros de Oro”.

—¿Cómo aprecia su relación con Virulo?

—A Virulo lo conocí durante la visita de Les Luthiers a Cuba en 1983, y no lo vi más hasta el 2006. Sabíamos muy poco el uno del otro, pero me invitaron a ir a Caracas porque la cantante Cecilia Todd celebraba 30 años de carrera y hacía tres no­ches en el Teresa Carreño. Fui invitado como maestro de ceremonias de una de las no­ches y me tocó presentar a Virulo, sin ninguna preparación lo presenté y comenzamos a intercambiar palabras im­pro­vi­sa­das du­rante poco más de vein­te mi­nutos con el público en el suelo de la risa.

“Cuando terminamos co­me­n­­tamos que debíamos ha­cer al­go juntos, no podíamos perder aquella conexión ins­tan­tánea. Después hicimos va­rias cosas juntos, entre ellas al­gu­nas giras por México, Ve­ne­zuela, Espa­ña y aquí en Cu­ba. Tenemos va­rios proyectos por de­lante,  nos llevamos muy bien dentro y fuera de la escena. Lo considero un gran artista que aún tiene mu­cho por hacer”.  

—¿Qué opinión le merece el humor cubano?

—Mi contacto más cercano ha sido el del Festival Aquelarre del 2007, donde disfruté mu­cho de todos los humoristas que se presentaron, en especial de Ele­u­­terio González, al que to­dos conocen por Telo, con quien reí hasta la saciedad. Pe­ro para mí lo más lindo es la manera que tienen los cubanos de reflejar el humor cotidiano, el de la calle, el de la gente co­mún, el que sale de los comentarios y de las frases picantes. Claro es­tá, lo consumimos de forma más ela­borada, pero si no estuviera esa materia prima ese humor más trabajado no funcionaría.

“Hay países más propensos al humor que otros, y en ese sentido Cuba es especial. Los cubanos no sienten ninguna vergüenza, se ríen a los gritos y eso se disfruta enormemente”.

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Vivian dijo:

1

28 de junio de 2014

07:59:55


Ajeno y "plástico", por afectado, el modismo "De qué va" del periodista. Por favor, hablemos en españpol cubano, más en un trabajo como este.