
Ninguno de los profesores y alumnos participantes en el Segundo Encuentro Identidades: Encuentro con la Guitarra, que durante la última semana tuvo lugar en varios espacios de la capital, ignora en sus raíces el empeño fundacional de los Nicola (Clara y su hijo Isaac) en la conformación de una escuela cubana del instrumento, a cuya universalidad ha contribuido el genio de Leo Brouwer, quien desde su oficina dispuso la difusión de partituras en cada uno de los conciertos y clases magistrales.
Pero quizás no sepan todos que el primer indicio de un esfuerzo pedagógico para la enseñanza de los secretos de las seis cuerdas se halla registrado en el Papel Periódico de La Habana, también el primer medio de prensa en la historia insular, que en fecha tan temprana como 1804 publicó un aviso: se vende el método Principios para tocar la guitarra por música.
El dato resulta revelador: más de dos siglos después, todo lo que se haga en favor de la guitarra cubana vale el esfuerzo. Identidades, proyecto animado por los maestros Freddy Pérez y Eduardo Martín y apoyado por la Asociación de Músicos de la UNEAC, no solo llena, así sea en parte, el vacío dejado por los concursos y festivales de La Habana organizados por Leo Brouwer y los encuentros que pocas décadas atrás tuvieron lugar en Camagüey, sino mantiene viva la llama de un fervor que se expresa en las aulas y las salas de con-cierto, vigor compartido por autores, intérpretes y públicos.
Botón de muestra, el concierto acogido por la Casa de las Américas, institución que como subrayó su vicepresidenta, la musicóloga María Elena Vinueza, es desde siempre la casa de los guitarristas cubanos y del continente.
Desde Brasil llegó Fabiano Borges, autor y ejecutante de la guitarra de siete cuerdas, que se pronuncia en términos de autenticidad, tanto por su obra personal de proyección sudamericana, como por su interés por promover el repertorio de compatriotas suyos de la magnitud de Gismonti y Garotto y refrescar los viejos choros de Joao Pernambuco junto a su coterráneo Gilson Antunes y servir de complemento a la precisión melódica del cubano Carlos Varona.
Ahmed Dickinson recordó que en el camino de nuestra escuela la siembra de Ñico Rojas, con sus armonías adelantadas y su raigambre popular, es un peldaño imprescindible; mientras que Galy y Eduardo Martín, a dúo con la orquesta Música Eterna, conducida por el maestro Guido López Gavilán, articulaban la familia de las cuerdas en una deliciosa obra del propio Eduardo, y las Sonantas Habaneras, fundadas por el patriarca Jesús Ortega, traducían al ámbito sonoro del instrumento, mediante inteligentes versiones, los ímpetus de Lecuona y Ginastera, con la guía de Zuleida Suárez.
Mucho público asistió a la sala Che Guevara de la Casa. Respuesta semejante acompañó la entrega de fin de semana en la Basílica Menor de San Francisco, donde Rosa Matos y Anolan González recuperaron una partitura del inolvidable y esencial Carlos Fariñas para guitarra y viola, y en la Casa del Alba Cultural, colofón con aires de integración latinoamericana. Como para refrendar que la saga del sueño de Brouwer y los Nicola continúa prolongándose.
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