TOKIO.- Idalys Ortiz irá en unas horas a la disputa de la final de su grupo del organigrama en la división de más de 78 kilogramos del judo en estos XXXII Juegos Olímpicos, en los cuales la muchacha de Artemisa buscará su cuarta medalla en citas bajo los cinco aros, después del bronce en Beijing-2008, el oro de Londres-2012 y la plata de 2016, en Río de Janeiro.
De vencer en ese combate habría asegurado tal propósito, pues se incluiría directamente en la final de esta noche aquí, primeras horas de la mañana en Cuba. Para ese crucial duelo encontrará a la francesa Romane Dickson, una muchacha cuyo aval pasa por dos títulos de los campeonatos europeos, en 2018 y 2020.
Precisamente, fue ante otra gala, Emile Andeol, que Ortiz cayó en la disputa del cetro hace cinco años en el bello balneario carioca. Entonces, la cubana, en tiempo extra, realizó una técnica de sacrificio con la que había tenido mucho éxito, pero que en esa ocasión no fue efectiva, y quedó a merced de la inmovilización de la europea.
Aquí, la primera del ranking mundial busca, además, la única presea del judo cubano en esta edición. Con ese objetivo, la superpesada antillana inició venciendo a Rochelle Nunes, ubicada en la posición 11 de ese listado, en un combate que necesitó de la extensión del tiempo más allá de los cuatro minutos reglamentarios, hasta que en el cinco, con 58 segundos la técnica preferida de Ortiz, Seoi nage, movimiento de hombro, dio por concluido el duelo al recibir la máxima calificación de Ippón.
En la segunda presentación, Ortiz hizo gala de su excepcional versatilidad del concepto del judo. Ante la china Shityan Xu consiguió una proyección con un Tsuri-goshi, técnica de cadera, que debió decretar el final de la porfía a los 56 segundos de comenzar, pero el árbitro la consideró wazari. Un minuto y 25 segundos después, fue relampagueante su Seoi, pero esta vez, además de hombro, empleó el obstáculo de su pierna para convertirlo en un limpio Seoi-Otoshi.
Notas destacadas de la cubana: sus amplios recursos técnicos, sentido táctico del empleo de cada movimiento y se le ve físicamente muy bien. De ahora en adelante, necesitará mucha concentración, pues ya en esta misma jornada, la derrota de Teddy Riner, diez veces campeón del mundo, y olímpico en Londres-2012 y Río de Janeiro-2016, hizo que la torre Eiffel se moviera e inclinara a la ciudad de París en un gesto de pesar por la impactante noticia.

Riner había cedido el pasado año, el 9 de febrero, en el torneo Villa de París, ante el japonés Kokoro Kageura, momento en el que se quebraban más de nueve años sin conocer la derrota por este judoca francés, quien no perdía desde el 13 de septiembre de 2010, y que durante ese tiempo tejió una telaraña de 154 victorias consecutivas. Ahora su victimario fue el ruso Tamerlán Bashaev, quien lo sacó del camino dorado en cuatro minutos y 22 segundos al superarlo por Ippón, con técnica de hombro.
Con su triunfo, Bashaev cercena el sueño del galo, quien aquí en Tokio buscaba su tercera medalla de oro consecutiva para igualar el récord de Tadahiro Nomura, quien seguirá siendo el único judoca con tres coronas en el más exigente de los escenarios competitivos del deporte mundial, al lograrlas en Atlanta-1996, Sidney-2000 y Atenas-2004.
Tal vez haya sido el episodio de un visionario o fruto de la superstición, pero el propio Riner casi imaginó este desenlace. Había expresado en una vasta entrevista el pasado 9 de julio, al sistema de prensa de estos Juegos, que tenía que cuidarse mucho, «pues se puede ser el mejor del mundo mucho tiempo y en un segundo perderlo todo».