
«Para mí la medalla más importante de Mijaín es su corazón, su nobleza y el compromiso que tiene con esta Revolución, sin la cual no hubiera sido nada, como hijo de campesinos pobres y de piel negra». Quien así habla es Bartolo, alguien que conoce muy bien al luchador tricampeón olímpico. Leonor fue más directa: «Mijaín es más patriota que campeón».
Bartolo y Leonor son los padres del abanderado cubano a los Juegos Olímpicos de Tokio, honor que compartirá con la santiaguera Yaimé Pérez, campeona mundial del lanzamiento del disco. Basta con la palabra de ellos, pero él lo ha demostrado muchas veces, no solo en el colchón, con su esfuerzo, su modestia y con la ayuda a sus compañeros y hasta con sus rivales en entrenamientos conjuntos. El pasado lunes, mientras esperaba la última prueba de PCR, antes de partir hacia Tokio, lo vi concentrado, no perdía un instante de lo que acontecía. El Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República hablaba, en comparecencia especial, en compañía de su equipo de trabajo.
«Yo soy quien porta la bandera, no puedo perderme un instante cuando la Patria llama», fue lo único que me dijo, mientras escuchaba a Díaz-Canel, quien le había puesto en sus manos, el sábado, por cuarta vez, la misión de llevar el pabellón nacional a los Juegos Olímpicos de Tokio-2020. En España, donde se prepara, Yaimé recibió el estandarte de parte de Gustavo Machín, el embajador de Cuba allí.
También estaban Idalys Ortiz, tres veces medallista olímpica, campeona en Londres-2012; Ismael Borrero, monarca de Río de Janeiro, en la lucha grecorromana; Leuris Pupo, titular también en 2012, en el tiro de la pistola rápida, y alrededor de 50 deportistas que hoy parten rumbo a la capital japonesa. Ellos, en su cuartel general de preparación, la escuela Cerro Pelado, nombre de combate y de convicción de victoria, no solo del deporte cubano sino de su propio pueblo en defensa de la Revolución y de sus derechos a existir, atendían al Jefe de Estado, mediante una pantalla gigante.
Cuba, en medio del recrudecido bloqueo, de los impactos de la pandemia de la COVID-19 y de la hostilidad de Estados Unidos, máximo responsable de los intentos de desestabilización que intentan sembrar en el país, va a expresar la defensa de una obra por excelencia humana, que ha tenido en el deporte la expresión de su acierto. Por esos éxitos es también blanco de ataque de los mismos que, pagados por agencias del Gobierno estadounidense, con dinero de los contribuyentes de aquel país, agreden la tranquilidad, la paz y la felicidad de una Patria que ha sabido ser humanidad.
Cuando Díaz-Canel preguntaba, a propósito del intento del famoso cambio de régimen en Cuba: «¿A quién le molesta nuestro régimen? ¿A Estados Unidos? ¿Por qué no ven las virtudes de un sistema que trabaja para todos y tiene resultados en esferas como la salud, la educación, la seguridad social, la tranquilidad ciudadana?».
Claro que le molesta, no soporta a estos jóvenes siguiendo a su Presidente, quien es expresión de continuidad; tienen que haberse infartado al escuchar al pueblo ¡Pa’ lo que sea, Díaz-Canel, pa’ lo que sea!, porque ve en el Gobierno, en su nueva generación, la continuidad, esa que irá también a Tokio a hacer crecer la historia, con el esfuerzo de cada uno, con la dignidad y la combatividad de las cubanas y cubanos. No por la gloria individual, que es válida y premia el esfuerzo, sino también por el honor de representar a un pueblo que ama a sus deportistas, y que ha visto en sus triunfos un paralelo de la misma resistencia que protagoniza cada día. Las medallas vendrán o no, pero los atletas se parecen a Cuba, porque van de victoria en victoria.