Las mujeres son una hermosa realidad en los Juegos Olímpicos

Autor: Oscar Sánchez Serra, enviado especial 6 de marzo de 2020 00:03:11


Todo el mundo helénico de los Juegos Olímpicos voló con la idea restauradora de Pierre de Coubertin, cual si este tuviera una máquina del tiempo, a través de 15 siglos, para instalarse en la era moderna, trayendo consigo algunas prácticas del remoto pasado.

Una de ellas fue la que impedía a las mujeres participar en la fiesta atlética, aunque en la nueva época corrieron mejor suerte que en la antigüedad. Entonces no podían participar en las justas cuatrienales, ni siquiera de espectadoras, pero como toda regla tiene excepciones, la historia también las recoge.

Pausanias, historiador y geógrafo, da cuenta de que la ley castigaba a toda mujer que infringiera aquella prohibición, lanzándola desde el monte Tipeo, cercano a Atenas. Solo una, la gran sacerdotisa de Detemer, en la mitología griega, diosa de la agricultura, protectora del matrimonio y de la ley sagrada, tenía permitida la entrada.

Otra dama que pasó el umbral fue Ferenice, quien no era pitonisa y, en consecuencia, no dirigía los cultos de ninguna deidad. Ella entró, vestida de hombre, y se situó en el lugar destinado a los entrenadores para ver competir a su hijo, pero cuando este triunfó salió corriendo dejando ropas en el camino, hasta descubrir su identidad. Ferenice era hija, madre y hermana de vencedores en aquellas lides, y en consideración a esa familia de campeones, los jueces la indultaron. Otros historiadores le dan el mismo final, pero aducen que ella se vistió de hombre para competir y ganó, y al caérsele la túnica se delató, por lo que, a partir del incidente, los participantes comenzaron a competir desnudos.

La cubana María Caridad Colón fue la primera latinoamericana ganadora de oro en unos Juegos Olímpicos. Foto: López Sánchez, Ricardo

De un modo o de otro, la valiente Ferenice es el antecedente más remoto de la participación femenina en los Olímpicos. Pero a pesar de que ellas no podían participar, sí hubo una mujer campeona olímpica, pues según el mismo Pausanias en su obra La descripción de Grecia, en las pruebas ecuestres no se nombraba vencedor al jinete, sino al dueño o dueña del caballo. En la 96 y 97 edición (396 a.C. y 392 a.C), la princesa Kyniska de Esparta, propietaria de caballos, ganó la carrera de cuadrigas de esas citas.

Si bien en los primeros Juegos de la era moderna, en Atenas-1896, ninguna doncella pudo aspirar a la gloria, ya en la segunda versión de París-1900, compitieron 22, en el golf y en el tenis, deporte en el que la inglesa Charlotte Cooper fue la primera ganadora olímpica de esta era. Tampoco ninguna mujer había encendido la pira olímpica, hasta que lo hiciera, en México-1968, la atleta de ese país, Enriqueta Basilio. Alice Maria Coachman fue la primera afroamericana en conquistar un trofeo olímpico, compitiendo por Estados Unidos, en Londres-1948, y la cubana María Caridad Colón abrió la senda ganadora para ellas en Latinoamérica al triunfar en la jabalina, en Moscú-1980.

Hoy las mujeres son una hermosa realidad en los Juegos Olímpicos y desde Atenas-2004 pasan del 40 % del total de competidores, hasta llegar en Río de Janeiro al 45 %. Fue en Londres-2012 donde por primera vez todas las naciones inscribieron a competidoras en sus delegaciones, incluso, países musulmanes participan con ellas en sus equipos, también desde 2012. Y Tokio-2020 se conecta: cada delegación podrá contar con dos abanderados, un hombre y una mujer.

Las féminas cubanas, en solo 13 de las 29 ediciones celebradas, han conquistado 49 preseas, 13 de oro, 16 de plata y 20 de bronce. A ellas se les reconocen grandes hazañas, como las tres coronas áureas consecutivas de las voleibolistas, entre los Juegos de 1992 hasta 2000. Ha sido el judo, con esa época dorada tejida por el profesor Ronaldo Veitía, el deporte más medallista de las cubanas, con 25 lauros (cinco de oro, diez de plata, e igual cantidad de bronce), seguido del atletismo con cinco trofeos de campeonas, cuatro de segundo lugar y ocho terceros puestos. En Tokio-2020, judocas y atletas son también las de mayores posibilidades de conectar con ese glorioso pasado.

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