De Olimpia a Tokio: un auto volador encenderá el fuego olímpico

Autor: Oscar Sánchez Serra, enviado especial 25 de febrero de 2020 23:02:34


A la mística que se posa sobre los atletas en pos del título más anhelado, los Juegos Olímpicos unen su atributo de más rango: su simbología, alrededor de la cual siempre levita la conexión con el inicio de estas lides en la Grecia antigua. Y una de sus reminiscencias más sugerentes es la llama olímpica, mientras que su encendido en cada edición pasa por un enigma, a nuestro juicio, desde que una flecha sobrevoló el estadio de Montjuic, en Barcelona, y dejó inaugurada la versión de 1992.

Hace 56 años los Juegos en la capital japonesa, los primeros en Asia, revolucionaron, desde la tecnología, al movimiento olímpico. Se inició allí la era electrónica en el deporte, las transmisiones televisivas a color, por primera vez llegó esa señal a Europa y a América y se estrenaron la cámara lenta y los ordenadores para registrar los tiempos exactos.

Tokio-2020 (24 de julio-9 de agosto) regresa por esa senda y lo hará, según su comité organizador, desde el mismo encendido del fuego. Ya reveló que será un ¡auto volador! el que prenda la pira en el Estadio Nacional, fruto de la star up (tipo de empresa emergente basada en el uso intensivo de las tics) japonesa Cartivator, autora del proyecto Skydrive, que ha desarrollado el prototipo de ese vehículo, que espera generalizar en cinco años. La vitrina mundial que representan unos Juegos Olímpicos será el disparo de otra carrera: la comercial, para mostrar el sugerente aparato.

Pero, al margen de que Tokio-2020 nos ponga el futuro al doblar de la esquina, abramos la historia de ese singular momento que, cada cuatro años, viste la festividad bajo los cinco aros. Aunque es uno de los símbolos que viene desde los Juegos Olímpicos Antiguos (776 a. c. al 393 d. c,), no llegó con la restauración de estos en la era moderna.

El fuego es un elemento sagrado en la mitología griega y se mantenía ardiendo durante toda la celebración de los Juegos Olímpicos Antiguos en Olimpia, sede de las competiciones. Estos regresaron a Grecia, en Atenas 1896, pero la llama lo hizo 32 años después, en Ámsterdam 1928, y sin aquel espíritu, pues ni hubo encendido en Olimpia, ni relevos portadores de ella, y tampoco existió ceremonia alguna. Solo cumplía el encargo de señalar dónde estaba el estadio, incluso un obrero de la compañía de gas fue quien prendió la pira. Así ocurrió cuatro años más tarde, en Los Ángeles, y no fue hasta 1936 que comenzó el protocolo que conocemos hoy.

En ese año, la Alemania nazi fue la sede en Berlín y en la intención de mostrar su poderío, promovió con pompas el ceremonial. En muchos templos de la Antigua Grecia, incluido el de Zeus, en Olimpia, donde se disputaban las citas antiguas, había una «flama eterna» en honor a la deidad, y Hitler quiso ser el mismísimo dios. El fuego se encendió en Olimpia el 20 de julio de 1936, y desde ese momento se inició una de las mayores campañas de propaganda nazi de la historia, con 3 331 corredores llevando la antorcha desde Grecia hasta Berlín, pasando por Bulgaria, Yugoslavia, Hungría, Austria y Checoslovaquia, confirmando el apoyo al régimen nazi.

Tokio-2020 será muy diferente. Usará hidrógeno por primera vez, para no dañar el medioambiente con el encendido, pues no emite co2, y rendirá tributo a las víctimas del terremoto y tsunami que devastaron el nordeste del país el 11 de marzo de 2011. De ahí que el fuego se tomará en Olimpia el próximo 12 de marzo, y el primer lugar que tocará en suelo nipón será Matsushima, en la prefectura de Miyagi, de las más castigadas por el desastre que dejó 18 000 fallecidos.

La antorcha, que simboliza la flor del cerezo, icónico árbol japonés, con sus cinco pétalos recoge el espíritu que Japón le ha querido imprimir a los Juegos: «La esperanza ilumina nuestro camino».

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