Con seguridad, si en algo no deben parecerse un anciano y una tortuga, es que el primero se dé el lujo de permitirse el poco movimiento, de cuerpo y mente. La reflexión la dejó en el recién celebrado XIII Seminario Internacional de Longevidad el doctor Miguel Valdés Mier, Jefe del Grupo Nacional de Gerontología y Geriatría, y Presidente de la Sociedad Cubana de Psiquiatría al abordar una temática fundamental como lo es la salud mental y el envejecimiento activo.
“Cuando hablamos del concepto de salud, vemos cómo ha evolucionado de entenderse solamente como ausencia de enfermedad, al disfrute del bienestar físico, psíquico y social, y a la capacidad del individuo de modificar con sus acciones el ambiente que lo circunda”, explicó el profesor Valdés Mier.

Ante el envejecimiento, hay que moverse. Necesitamos cuerpos, pero también mentes sanas, y para ello hay que preocuparse desde antes. Se aprende a envejecer. En cuidar la alimentación, evitar el sedentarismo mediante la actividad física y ejercitar nuestro cerebro y por ende nuestra capacidad para pensar, crear y recordar están las tres principales claves para una longevidad satisfactoria. Pero se trata de mucho más, porque “el ser humano envejece como ha vivido”, apuntó el especialista.
Al arribar a la tercera edad, dijo, pueden ser múltiples los problemas de salud que se presentan, la mayoría vinculados con la inmovilidad, y que pueden ir desde trastornos en la marcha, hasta dificultades en el orden intelectual como por ejemplo, la pérdida de memoria, “uno de los primeros síntomas de una enfermedad que lamentablemente en pocos años padecerán un cuarto de millón de personas en nuestro medio: el Alzheimer”.
Esta demencia— subrayó el especialista— trae como consecuencia que se pierda la capacidad de relacionarse con el ambiente, entre otras muchas dificultades sensoriales en la interpretación de lo que oye o ve el enfermo, la presencia de alucinaciones y sobre todo alteraciones en la conducta, lo cual hará cada vez más necesario un cuidador.
“La sociedad cubana tiene ante sí el reto de cuidar a sus ancianos, algo para lo cual aún no está preparada, no porque no sea generosa sino porque le falta además conocimiento”, reflexionó el doctor Mier.
“Si en algunos países existen escuelas de padres para aprender a tratar a sus hijos, pues muchas veces no es exagerado pensar que nos harían falta escuelas de hijos que aprendan como tratar a sus padres, con los cuales en ocasiones son autoritarios y grotescamente duros, olvidando que no siempre fueron viejos ni deteriorados. Debemos aprender a cuidar y tratar con los ancianos, y para ello la familia tiene que conocer un grupo de normas y principios elementales”.

A un anciano no se le debe gritar, explicó, ni tratar de llevar a la lógica a la fuerza. “Por ejemplo, un paciente puede decir: yo quiero ir para mi casa; y recibir como respuesta: esta es tu casa; cuando lo más adecuado no es tratar de convencerle de ese modo. Porque el delirio, que es una idea fija, no puede modificarse con la explicación demostrativa. Una salida puede ser decir, quizás mañana vamos porque ahora está lloviendo”.
Por otra parte, el profesor llamó la atención sobre la necesidad de garantizar que el adulto mayor no se deshidrate y permitirle determinado tipo de movimientos cuidando que no se dañe.
Desde el punto de vista cognitivo, leer, recordar nombres, números de teléfonos, aniversarios, direcciones es un buen ejercicio para modificar el mundo cognitivo de los ancianos ejercitando la memoria reciente. Asimismo recordar compañeros, profesores, visitas fuera de nuestro entorno habitual sin que sea necesariamente un diario, consolida nuestra memoria cristalizada o remota.
La asimilación y memorización de lo que has aprendido a lo largo del día se consolida durante el sueño, por lo cual es necesario dormir las horas suficientes en la noche.
Sobre la depresión, “una característica común en muchos ancianos, y que tiene que ver con las pérdidas ya sea en la apariencia física, de seres queridos, o de vitalidad”, el doctor Valdés Mier señaló la importancia de que los individuos aprendan a proporcionarse una beneficiosa sensación de satisfacción personal y confianza en uno mismo. “Tenemos múltiples necesidades que van desde lo fisiológico hasta la autorrealización, en un orden jerárquico, y en ese sentido según sesatisfacen las necesidades más básicas los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados; cómo bien expone la teoría psicológica propuesta por Abraham Maslow en su obra Una teoría sobre la motivación humana”.
“Hay que buscar que el anciano no esté cruzado de brazos, y para ello las casas de abuelos es una maravillosa idea al constituir lugares donde el individuo socializa, juega dominó, comparte, está al día de lo que dice la prensa. El anciano está vivo no solo porque respira sino porque interactúa con su medio”, refirió.
“La sociedad debe aprender a ver el anciano como elemento esencial para su existencia. El que no se ocupa de los niños no tiene derecho al futuro, pero el que no se ocupa de los viejos no tiene derecho a la historia. Desterrar el viejismo, es un reto latente; no por más años tenemos que ser desechados, el anciano puede ser útil y tiene por demás la experiencia. El atender ancianos constituye prácticamente un sacerdocio, hay que tener una gran dosis de paciencia, amor, comprensión, respeto y bondad; y sobre todo no pretender que ese anciano sea igual a como era 20 años atrás. No se trata solo de aumentar años, sino la vida a esos años”.









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21 de junio de 2015
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