Hagamos la historia bien: lo primero que pasó es que llegaron. Porque no se puede hablar de regreso si antes no hablamos de partida. Es decir, tenían una misión. Lo más probable es que se las dieran por separados, no tengo los detalles. Se han escrito libros, pero hay cosas que no se dicen. Ya tenían una misión y varias metas. Podemos decir que todos tenían el mismo objetivo, pero no todos las mismas metas.
Después que llegaron, entraron. Ese paso no es para nada trivial. Requiere esfuerzo, inteligencia, hasta carisma, ¡vaya! Y no es que entraron un día y salieron, no, eso no fue así. Entraron bien entrado, se asentaron, en no poca medida se integraron. Les compartían planes, les pedían consejos, ideas. A uno, hasta lo volvieron confidente allá. Entonces, como ya eran de confianza y sabían cosas, pudieron ser útiles. Alertaban, conjuraban amenazas, guerreaban, eran, para resumir, la primera línea de defensa, la más difícil, y nadie lo sabía. Bueno, claro, no tan así, lo sabían unos pocos. Los que tenían que saberlo.
Sí, los descubrieron. Esas cosas pasan. Pero a esos dedos de la mano no los calcularon. Aquellos creían que habían dado la patá a la lata, que harían el pan. Pero esos, los incorruptibles, no les dieron ni harina ni levadura. Se quedaron esos amasando vientos de los que, se percataron tarde, no podían asir. Y como respuesta del impotente, tomaron fango para amasar algo y resultó mierda. No importa lo fuerte que pusieran el ventilador, no lograron empañarlos. Estoicos, los nuestros eran los dueños de los vientos.
Y aquellos empequeñecieron, se enanizaron. Los nuestros, gigantes.
Entonces la noticia se hizo pública. Los cinco dedos se mostraron puño y el cuerpo lo puso el pueblo. Y cuando la sentencia llegó pretendiendo ser un mazazo: serenidad.
Hagamos la historia bien: lo primero que pasó es que llegaron. No fue fácil llegar, hubo de todo, delaciones, detenciones de última hora. En el trayecto mareos, hasta un extraviado que se negaron a dejar detrás. Tenían una misión, y muchas metas, muchísimas.
Entonces, después que llegaron, entraron. Ese paso no es para nada trivial. Se requiere coraje, carisma, perseverancia. Parecía que no entrarían, uno de ellos lanzó un grito de guerra y entraron. Combatieron, muchas veces combatieron y fueron aunando voluntades, creando unidades, sumando pueblo.
Vencieron. Esas cosas pasan, es un decir, en realidad pasan pocas veces, pero pasan. A esos dedos de la mano no los calcularon. Pusieron en contra de ellos todo lo que pudieron, no les alcanzó. La mano tenía como cuerpo al pueblo. Estoicos, todos éramos los dueños de los vientos. Y aquellos empequeñecieron, se enanizaron. Nosotros, gigantes.
Años después, el Comandante, mirando la cámara, como un aparte, cuando nos preguntábamos qué hacer, dijo: Volverán. Volvieron.
Poco después, los héroes, con lágrimas en los ojos, frente a la cámara, como un aparte, dijeron: Volverá. Volvió.
Años después, el hijo, con frasco de pueblo en la mano, mirando la pantalla, como un aparte, dijo: Volvió. Siguió volviendo.
Todos vuelven. Uno, cinco, miles; los vivos y los muertos. Todos vuelven, porque este no es un país, es un universo de futuros donde todos los regresos se convierten en comienzos.
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Ramón dijo:
1
23 de junio de 2021
03:37:24
Miguel Angel dijo:
2
23 de junio de 2021
08:10:06
hector dijo:
3
23 de junio de 2021
09:27:41
Irene Emilia dijo:
4
23 de junio de 2021
16:10:07
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