ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
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Foto: Caricatura de Moro

Ya casi a sus 90 años, mi bisabuela pasaba las tardes inmersa en sus tejidos. Tenía una forma peculiar de hacerlo. Casi nunca utilizaba un mismo hilo. Prefería los de coser y mezclaba las hebras hasta lograr una carretilla robusta y alegre. Ningún tapete se parecía a otro. Incluso, dedicaba meses a elaborar sobrecamas.

Tenía la paciencia de un monje, pero Isabel manejaba el arte del bordado y el tejido como nadie. Desbarataba un segmento si no le salía perfecto. Todavía, y contra todo pronóstico, quedan huellas de su dedicación para dar fe de la calidad y resistencia ante el paso del tiempo.

Aunque muchos le decían que con hilo de coser no lograría el resultado que esperaba, sabía que lo endeble se vuelve fuerte cuando se une. Por ello, seleccionaba los carretes, unía su experiencia con altas dosis de creatividad, y obtenía lo impensable.

Su sabiduría bebía de la savia ancestral, de lo que había aprendido de su madre y de la madre de su madre, pero que responde, a su vez, a una máxima universal: la unión como piedra angular de la fortaleza.

Esta premisa muy bien pudiera extrapolarse a la interpretación del pasado, el presente y el futuro de los pueblos pobres, que como un gran tapete, bordado al sur de un planeta cada vez más golpeado y maltrecho, precisa unir cada una de sus fibras para crear un bloque tan multicolor como sus propias culturas.

La pandemia de la covid-19 dejó grandes y profundas enseñanzas. Todos navegamos en el mismo mar, debajo del cielo azul, pero no todos lo hacemos en el mismo bote. Mientras las primeras economías contenían la crisis sanitaria con grandes campañas de vacunación y modernos inmunógenos, en noviembre de 2021, en los países periféricos solo tres personas de cada cien habían recibido su inmunización; algo que alarmaba a la prensa occidental, sobre todo, por la detección de los primeros casos de contagio con la cepa Ómicron, y el temor a que el continente se convirtiera en una olla gigante, en la que se «guisaran» nuevas y peligrosas variantes.

Los titulares, en aquel entonces, anunciaban que las naciones subdesarrolladas tendrían acceso a las vacunas en 2024. Al terminar el año anterior, en Yemen, por citar un ejemplo, solo se había vacunado el 2,42 % de la población. Hace muy poco, la Organización Mundial de la Salud (oms) alertó sobre una posible Enfermedad x, un concepto metafórico, hipotético, que buscaba encender las alarmas para preparar al mundo para una posible próxima pandemia.

Uno de los asuntos que salió a la luz con más fuerza durante la reciente crisis sanitaria internacional estuvo relacionado con el aumento de las desigualdades: el acaparamiento de dosis por parte de las naciones más ricas y la desprotección de los más pobres. Aunque se habla de iniciativas mundiales para afrontar en un futuro este tipo de eventos, si mañana volvemos al minuto cero, si una vez más la fatalidad nos mira directo a los ojos: ¿están preparados para enfrentarlo los pueblos del Sur?

Mientras en las redes sociales digitales distorsionaban la noticia de la Enfermedad x, y muchos entraban en pánico, la empresa lg lleva la Inteligencia Artificial a otro nivel, y en el ces 2024 (Consumer Electronic Show, por su sigla en inglés), celebrado hace unos días, presentaban su robot bípedo capaz de encargarse de todas las labores de la casa, cuidar de las mascotas y adaptarse al estado de ánimo de su dueño, a quien le ofrece música o contenido consecuente con su situación emocional.

La inteligencia artificial traerá nuevos y complejos retos para la humanidad. La historia, capaz de dar respuestas desde el pasado, nos recuerda que, detrás de cada revolución industrial, el mundo gira a otro ritmo, bajo diferentes reglas, como si cada una de estas revoluciones constituyera una especie de parto natural hacia un futuro no siempre mejor, pero sí diferente. ¿Cómo afrontar este reto desde los pueblos del Sur? ¿Nos dejará aún más rezagados ante una economía global reconfigurada por las inteligencias artificiales?

Incluso, los momentos actuales obligan a realizar una lectura profunda sobre la brecha digital. No solo puede ser analizada desde estadísticas sobre el acceso y la conectividad. El mayor  desafío radica en poner esa tecnología en función de resolver los problemas más acuciantes de los pueblos, para lo que hace falta, por supuesto, desarrollar y preservar el capital humano.

Ante un panorama tan cambiante y complejo, la Tercera Cumbre del Sur, celebrada, recientemente, en Uganda, constituyó un encuentro importante, que puede convertirse en un punto de inflexión muy beneficioso. Una vez más Fidel, desde su tiempo, preparó el camino para el futuro, pues 24 años atrás inauguró, en La Habana, el primer encuentro de este tipo, convencido de la necesidad de contar con una plataforma del Sur y para el Sur.

Casi dos décadas tardaron en volverse a juntar las naciones tras la Cumbre de Catar, en 2005; sin embargo, hoy, como nunca antes, resultó urgente, pues se precisa fortalecer e implementar mecanismos de cooperación sólidos que permitan articular el conocimiento y las capacidades colectivas, en función del bienestar en los países en vías de desarrollo.

Los del Sur navegamos en el mismo bote bajo este cielo azul. Cuando llegan las tormentas, solo nos tenemos a nosotros para estrechar las manos y salir adelante.

Nuestro futuro debemos bordarlo con la savia de la manta de mi bisabuela. Las hebras de hilo poseen su propia textura y color. Por separado, cada una de ellas es débil. Juntas logran un tejido resistente y flexible, provisto de una belleza tan singular y colorida, como las culturas que nos distinguen y enorgullecen.

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