ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Banner
Ilustración tomada de barriozona.com

David Lee Roth tenía una magnífica voz para el rock, pero era más famoso por cierto brinco que pegaba, en especial al cantar aquel éxito de Van Halen, precisamente llamado Saltar. Tenía cierto parecido físico con Robert Plant, pero cuando lo veías actuar, te dabas cuenta de que no lograba, como Robert, sembrar.

Aun así, era un espectáculo verlo y ver a Van Halen, que más allá de las payasadas, tenían un increíble sonido potente de unos músicos que sabían lo que hacían, y lo hacían increíblemente bien.

Van Halen ya pertenece a esa época en que el rock de contracultura lo habían transitado a otra cosa, es decir, de contrahegemónico a prohegemónico. Era cuestión de tiempo que sus héroes terminaran recibiendo galardones de mano de presidentes norteamericanos que confesarían pecadillos hipppies en su juventud. No faltó quien armara su escándalo coreografiado al declarar la ocurrencia, en el pasado, de una ocasional fuma, no precisamente de tabaco, y con ella ordenara, en el presente de su presidencia, bombardeos y crímenes poco alineados con la sicodelia pacifista de entonces.

Terminada la agresión a Vietnam y puesto de frente a una crisis política sin precedentes desde el fin de la II Guerra Mundial, el imperialismo hegemónico se halló en la encrucijada de una juventud negada a aceptar las agresiones como necesidad para la existencia nacional. La crisis política era reflejo de una crisis ética, ideológica y de un desgaste económico que marcaba el fin de la bonanza que, en algún momento, los ideólogos creyeron sería interminable. La idea de la eternidad, y con ello del fin de la historia, fue una borrachera recurrente disfrazada de la corriente filosófica que estuviera de moda.

Pero, a pesar de la gravedad de su crisis, el capitalismo imperialista estaba lejos de agotarse, como la historia demostró. Su poderío económico había sido golpeado, pero permanecía siendo abrumadoramente hegemónico después de la genial ingeniería financiera, comercial y económica con la que sellaron la victoria contra el fascismo. La URSS, que había emergido victoriosa de esa contienda, pero agotada demográficamente y destruida en su infraestructura, no estaba en condiciones inmediatas de capitalizar una hegemonía global, aun en las condiciones favorables del proceso global de descolonización y de la emergencia del Sur Global, entonces etiquetado como Tercer Mundo.

Frente al hecho de sentirse que le faltaban fuerzas para otra confrontación directa, y adaptándose a la realidad de que el mundo termonuclear creaba la inédita amenaza de la aniquilación humana, la urss optó por la llamada coexistencia pacífica como política que le permitiera el tiempo de recuperarse. Fallaron en su percepción estratégica. Contrario a la visión revolucionaria cubana de crear uno, dos, muchos Vietnam, se optó por la conciliación y la idea de que, evolutivamente, el capitalismo se mataría como chacumbele. La realidad es que quienes fueron cediendo terreno internacional y de liderazgo simbólico fue el campo soviético. En el terreno cultural, el imperialismo apostó a difuminar todos los espacios de rebeldía al interior de sus sociedades, mezclando la más abierta represión con su maquinaria ideológica de entretenimiento.

El glamour rock fue una amalgama muy dispar, en la cual se colaron no pocos que apenas merecían tocar en los 15 de alguien. La maquinaria de conformar gustos los cogió para tornarlos en héroes musicales de las masas. Descubierto el potencial de liderazgos estériles que el rock proveía, la fuente no podía ser dejada sin explotar. En esos momentos iniciales, lo que se hizo fue tornar la contracultura en corriente principal, y la pose de rebeldes se convirtió en una industria no solo comercial, sino ideológica. Toda una estética de contracultura se volvió moda, y dura hasta hoy: el uso del negro, de los jeans rasgados, de las manilleras, de las cintas en la frente, de los cueros, de los símbolos asociados a determinadas bandas y llevadas a las camisetas... Se robaban la forma, la que acompañaba a la rebeldía, para vaciarla del contenido de subversión.

El enfant terrible se volvió caricatura, ya fuera en la vertiente Kiss, Alice Cooper o los niñatos de AC/DC. La explotación del sex appeal se volvió de espontáneo en fabricado; se necesitaban roqueros lindos que arrancaran suspiros a lo Elvis Presley, fórmula infalible dirigida a los adolescentes que, con los años, se volverían suspiros nostálgicos: Bon Jovi, Bryan Adams, Duran-Duran, A-ha, Tears for Fears, Air Supply. No pocos de esos famosos del glamour eran buenos músicos, otros extraordinarios. Había una tradición de calidad que les pesaba con un público habituado a elaboraciones de nivel musical y discursivo medio alto. Toda transición a lo barato no podía ser de golpe, o se pagaba el precio costoso de lo efímero.

El ejercicio ideológico de desarmar subversiones fue un éxito casi rotundo, y la fórmula de zapador la han repetido una y otra vez, hasta el día de hoy.

Si algo debe aprenderse de esta historia, es que el precio que se paga por no asumir al enemigo siempre es demasiado alto. Decía Fidel que el error más grande que cometió el socialismo fue no vencer al capitalismo. Los liderazgos no se ceden por miedo a nuestras propias fuerzas. La brújula sigue siendo, tiene que ser siempre: derrotar al enemigo.

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.