Me confesó varias veces que bailó rock’n roll. La variante blanca que fue la que se popularizó en Cuba, la de Elvis Presley. Cuando me decía que bailó rock’n roll, me quería decir que se despeinaba bailando aquella música del diablo, daba giros, saltaba, la levantaban y la lanzaban para aterrizar otra vez al ritmo de la música. Un policía del barrio, intolerante, arrogante, venía con un limón en la mano, y a los hombres le hacía soltar el limón por dentro del pantalón a ver si rodaba por una de las piernas. De no caer, estabas en problemas. Para las señoritas, una cinta métrica con una visible marca roja. Midiendo el largo de la saya por encima de la rodilla, si estaba por debajo de su línea escarlata, estabas en problemas. Eran tiempos donde no se podía conversar mucho con la policía.
Por aquella época, cosía junto a la madre y a las hermanas para ganar el sustento, pasó curso de interiorismo como horizonte de mejora. Fue cara en el ECLO de una marca de alimentos norteamericana. De pie, sonriendo, mostraba los productos y ofrecía muestras para que los consumidores probaran las maravillas de lo que se anunciaba. Su suerte tampoco era de las peores; de haber sido negra, no servía como imagen. Para las de tez negra, el destino de suerte era ser mucama, o ser sirvienta, como se prefiera llamarles.
Entonces triunfó la Revolución. Se alistó como maestra voluntaria y fue compañera de Conrado Benítez. A pesar de la juventud y la inexperiencia, la pusieron al frente de varios internados. Eran repartos enteros convertidos en escuela, antaño de la burguesía o sus adláteres. Ahora, escuela de mujeres pobres, mujeres campesinas, mujeres urbanas, mujeres humildes. Su hermana también se alistó de alfabetizadora y alfabetizó. La otra hermana, la mayor, la misma suerte, ¡y qué suerte! Se hicieron maestras, enseñaron. Aprendieron. Ella, directora de repartos hechos escuelas, conoció toda La Lisa, La Coronela, Playa. Las casas de los oficiales del ejército derrotado vueltas escuelas, ella vuelta maestra de otras mujeres. En las fotos, el micrófono más alto que su estatura física. Hablando, orientando, dirigiendo, levantando el brazo en arenga, agitando la mano.
Fue delegada, presidente del CDR, miliciana, dirigente de empresa, militante del Partido. Ella blanca, se casó con un negro guantanamero. Un negro que luchó en la clandestinidad, un negro que se hizo universitario. Un negro que aún hoy está a su lado. Él fue maestro, cortador de caña, dirigente de empresa, fundador del Partido. Y a lo largo de ese camino, en algún momento, tuvieron tiempo de tener hijos. Ellos, los dos, vecinos de cualquiera, no muy diferentes de tantos otros en el mismo lugar, en las mismas circunstancias.
Mi madre me pregunta, después de leer algo que alguien publicó, qué es eso de feminismo. Le explico. Ella, de 80 años, me mira, y antes de levantarse del sillón, me dice con tono desenfadado: Hijo, eso aquí, desde el 59, le llamamos Revolución.
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RGC dijo:
1
3 de febrero de 2021
09:24:29
Aram Joao Mestre León dijo:
2
3 de febrero de 2021
09:23:19
marylyn Jiménez fiol dijo:
3
3 de febrero de 2021
20:45:56
Belkis Díaz dijo:
4
3 de febrero de 2021
21:32:13
José Román dijo:
5
4 de febrero de 2021
15:43:21
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