ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
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Lo ocurrido no podía ser más trágico: el barco anclado en el muelle, en el instante en que estaba procediéndose a desembarcar la carga, estalló. Foto: Archivo de Granma

Hay instantes que son muy importantes en la vida de los pueblos; hay minutos que son extraordinarios, y un minuto como ese es este minuto trágico y amargo que estamos viviendo en el día de hoy.

En la tarde de ayer (4 de marzo de 1960), cuando todos estábamos entregados al trabajo –los obreros, los empleados del Estado, los funcionarios del gobierno, los miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, los estudiantes–; es decir, entregados a lo más honesto que puede entregarse un pueblo, entregados al trabajo para vencer las grandes tareas que tenemos por delante, una explosión gigantesca hizo estremecer nuestra capital.

Por ese instinto para penetrar a veces en las raíces de los problemas, los compañeros que estábamos trabajando en ese momento tuvimos de inmediato la preocupación de que algo grave había ocurrido en las plantas eléctricas, o en el cuartel de San Ambrosio, o en un barco con parque y explosivos que estaba en la capital desde horas tempranas.  Pero, como una especie de premonición, nos imaginamos que algo grave había ocurrido; que aquella explosión cualquiera que fuese el sitio, donde había ocurrido, tenía que haber producido consecuencias desastrosas. (...)

Lo demás, aquellos minutos de profunda pena y de angustia –aunque no de miedo– en la ciudad, todos lo conocen perfectamente.  En primer término, la reacción del pueblo.  El pueblo no se atemorizó por la explosión, el pueblo avanzó hacia la explosión; el pueblo no se llenó de miedo, sino que se llenó de valor y, aun cuando no sabía lo que había ocurrido, se dirigió hacia allí. (...)

Lo ocurrido no podía ser más trágico: el barco anclado en el muelle, en el instante en que estaba procediéndose a desembarcar la carga, estalló, desapareciendo virtualmente la mitad del mismo, y barriendo a los obreros y a los soldados que estaban realizando aquella operación.

¿A qué se debía aquella explosión? –se preguntarían muchas personas.  ¿Sería un accidente? (...)

Luego, por accidente no puede haber sido, por accidente no puede haber sido; tenía que ser intencional. Había que descartar toda posibilidad de accidente, para aceptar lo único explicable: una explosión intencional. (...)

Luego, no por cuestiones de convicción moral, sino por análisis cuidadoso, por investigación minuciosa, por conversación detallada con todos los obreros, braceros y estibadores que allí participaron, sacamos la conclusión de que el sabotaje por ningún concepto podía haber sido realizado en Cuba.  Los explosivos estallan en Cuba, pero el mecanismo que hizo detonar a esos explosivos no se instaló en Cuba; el mecanismo que hizo estallar el barco no pudo por ningún concepto haber sido instalado en Cuba. (...)

Los interesados en que no recibiéramos esos explosivos son los enemigos de nuestra Revolución, los que no quieren que nuestro país se defienda, los que no quieren que nuestro país esté en condiciones de defender su soberanía. (...)

Y nosotros podemos afirmar que hasta ahora habíamos logrado que un gobierno y una fábrica de armas europeos, actuando con independencia y actuando con firmeza, se habían opuesto a las presiones y nos habían vendido las armas; es decir, la fábrica de armas de Bélgica y el gobierno de ese país se habían resistido a las presiones.  Y no una, sino varias veces, el cónsul norteamericano, un cónsul norteamericano en Bélgica y un attaché militar de la embajada norteamericana en Bélgica, habían intentado, con la fábrica y con el Ministerio de Relaciones Exteriores, que no nos vendiesen esas armas. (...)

Y esta realidad quiere decir que ellos estaban interesados en que nosotros no adquiriésemos esas armas, y que entre los interesados hay que buscar a los culpables, entre los interesados en que nosotros no adquiriéramos esas armas hay que buscar a los culpables; porque tenemos derecho a pensar que los que por vía diplomática intentaron que no adquiriésemos esos equipos, pudieron haberlo intentado también por otros procedimientos.

Tenemos el derecho a pensar que entre los interesados hay que buscar a los criminales; ¡tenemos derecho a pensar que entre los interesados hay que buscar a los causantes de las vidas cubanas que se perdieron en la tarde de ayer! (...)

La libertad quiere decir patria

Quien haya observado al pueblo en el día de ayer, quien haya visto aquel episodio a la vez maravilloso y dantesco, quien haya visto cómo las multitudes avanzaban hacia el fuego, cómo avanzaban los soldados, los obreros, los policías, los marinos, los bomberos, las milicias, cómo avanzaban hacia aquel lugar de peligro, cómo avanzaban hacia aquel lugar de muerte, sin inmutarse, quien haya visto lo que ayer hicieron los cubanos; quien haya visto a los soldados y al pueblo avanzar hacia el peligro para rescatar a los heridos, para rescatar a las víctimas en un barco ardiendo, en una zona que estaba ardiendo, cuando no se sabía cuántas explosiones más iban a ocurrir; quien haya sabido de aquellas oleadas, barridas por las explosiones, que murieron no en la primera, sino en la segunda explosión, quien haya visto al pueblo comportarse como se comportó ayer; quien haya visto al pueblo dirigir el tráfico; quien haya visto al pueblo establecer el orden; quien haya visto al pueblo avanzar sobre aquella explosión que dejaba tras de sí como un hongo, que recuerda el hongo de las explosiones nucleares; quien haya visto al pueblo avanzar hacia aquel hongo sin saber de qué se trataba, puede estar seguro de que nuestro pueblo es un pueblo en condiciones de defenderse, es un pueblo capaz de avanzar hasta contra los hongos de las bombas nucleares. (...)

Ojalá los que perturbados en el más elemental sentido común se atreven a considerar como posible cualquier género de invasión a nuestro suelo, comprendan la monstruosidad de su equivocación, porque nos ahorraríamos muchos sacrificios.  Más si ello ocurriera, por desgracia, pero sobre todo para desgracia de los que nos agredieran, que no les quede duda de que aquí en esta tierra que se llama Cuba, aquí en medio de este pueblo que se llama cubano, habrá que luchar contra nosotros mientras nos quede una gota de sangre, habrá que pelear contra nosotros mientras nos quede un átomo de vida.  Y sin inmutarnos por las amenazas, sin inmutarnos por las maniobras, recordando que un día nosotros fuimos 12 hombres solamente y que, comparada aquella fuerza nuestra con la fuerza de la tiranía, nuestra fuerza era tan pequeña y tan insignificante, que nadie habría creído posible resistir; sin embargo, nosotros creíamos que resistíamos entonces, como ­creemos hoy que resistimos a cualquier agresión.  Y no solo que sabremos resistir cualquier agresión, sino que sabremos vencer cualquier agresión, y que nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria: la de la libertad o la muerte. Solo que ahora libertad quiere decir algo más todavía:  libertad quiere decir patria.  Y la disyuntiva nuestra sería patria o muerte.

Y así un día como hoy, luctuoso y trágico, doloroso para el pueblo, doloroso para el gobierno, doloroso para los familiares de los obreros y los soldados, y los ciudadanos que cayeron; en un momento como este, importante, es bueno que dejemos sentadas estas cosas, y que nuestra disposición de resistir no es solo la disposición de resistir militarmente. Creen tal vez que tenemos valor para morir, pero que no tenemos valor para resistir las privaciones, y los hombres tienen valor para resistir, incluso las privaciones que menos se imaginan. (...)

Hoy he visto –como decía– más gloriosa y más heroica a nuestra patria, más admirable a nuestro pueblo digno de admirarse como se admira a una columna que regresa del combate, digno de identificarse y solidarizarse con él como se solidarizan los hombres de un ejército después de una batalla. (...)

Y al despedirlos, en el umbral del cementerio, una promesa, que más que promesa de hoy es promesa de ayer y de siempre: ¡Cuba no se acobardará, Cuba no retrocederá; la Revolución no se detendrá, la Revolución no retrocederá, la Revolución seguirá adelante victoriosamente, la Revolución continuará inquebrantable su marcha!

Y esa es nuestra promesa no a los que han muerto, porque morir por la patria es vivir, sino a los compañeros que llevaremos siempre en el recuerdo como algo nuestro; y no en el recuerdo en el corazón de un hombre, o de hombres, sino en el recuerdo único que no puede borrarse nunca: el recuerdo en el corazón de un pueblo.

Fragmentos de las palabras pronunciadas por el Comandante Fidel Castro Ruz, en las honras fúnebres de las víctimas de la explosión del barco La Coubre, en el cementerio de Colón, el 5 de marzo de 1960.

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Magdaleno Faildes Torres dijo:

1

4 de marzo de 2020

06:53:07


Estos hechos históricos nos dan cada vez más fuerzas para seguir adelante y son razones fundamentales para continuar resistiendo todas las limitaciones y adversidades que nos imponen los gobernantes norteamericanos. No importa vivir enfrentando limitaciones y adversidades, si sabemos que jamás se podrán darse el gusto de celebrar su triunfo sobre la Revolucion Cubana. El mundo cambia y otras fuerzas emergen y se desarrollan, y un día el imperio se desplomará y la Revolucion estará más firme que nunca para desarrollar todo el potencial creado en estos años de grandes sacrificios, porque esta Revolucion la sostiene un pueblo de Patria o Muerte

Alfredo Rodriguez Aguila dijo:

2

4 de marzo de 2020

12:11:22


Hoy para la familia cubana es un dia de dolor y no lo vamos a olvidar nunca y nuestra consigna será siempre ¡ PATRIA O MUERTE!

Guido dijo:

3

5 de marzo de 2020

11:49:11


Soy un hombre mayor tengo 89 años salí de Cuba hace veinte pero sigo allí e mente corazón y alma si, como dijo Fidel somos un pueblo de Patria o Muerte estemos donde estemos si llegarán a atacarnos no como lo están haciendo económicamente si llegasen a atacarnos militarmente yo no seré el primer cubano de afuera que llegue a defender nuestra querida patria pero a pesar de la distancia tampoco llegaré el último porque somos un pueblo de Patria o Muerte