
TORONTO.—Finalmente me he dado cuenta de que en las citas multideportivas, por mucho que añores ver a algún atleta en particular, por mucho que añores empaparte de lo que sucede en cada escenario competitivo, es imposible seguir la pista de todos los eventos en vivo y en directo por la vorágine propia de estas citas.
Las distancias entre las sedes casi siempre impiden llegar a tiempo de un lugar a otro cuando el margen es mínimo, además de que un gran grupo de pruebas coinciden en los horarios. Justo eso me sucedió con el taekwondo, que tuvo lugar en Mississauga, aproximadamente a 34 kilómetros de la Universidad de York, donde me encontraba para seguir las incidencias del atletismo.
Con largas carreteras de por medio y solo con la posibilidad de seguir el resultado de los combates por el sitio oficial de los Juegos, sufrí punto por punto la actuación de Cuba, y el hecho de no poder ver a grandes luminarias del deporte como los estadounidenses Jackie Galloway, Cheyenne Lewis o Steven López, los mexicanos Saúl Gutiérrez y María Espinosa, o el canadiense Marc Bergeron.
Pero el mayor sufrimiento fue no poder vivir los triunfos de los representantes de la Mayor de las Antillas, los espartanos José Ángel Cobas, Rafael Alba, Yania Aguirre y compañía, una generación muy talentosa, que se ha propuesto sentar cátedra y marcar una época, basados en el trabajo constante, burlándose de cualquier carencia y afrontando la real falta de fogueo en un deporte que se desarrolla a pasos agigantados.
Si bien estos triunfos llegan en el concierto continental, hay que tener en cuenta la tremenda fuerza de los taekwondocas en México y Estados Unidos, sin obviar las individualidades de Canadá, Venezuela, Colombia, Brasil y República Dominicana, los cuales le dieron al certamen relieve universal.
Un par de meses atrás, cuando la actuación cubana en el Campeonato Mundial de Cheliabinsk, Rusia, quedó por debajo de las expectativas, muchos pensaron que nada podrían hacer en Toronto, pero todo el colectivo, uno de los más unidos que he visto en el movimiento atlético cubano, cerró filas y se comprometió a rendir con todas las de la ley, liderando el medallero de la disciplina junto a los norteamericanos con tres títulos y dos bronces.
Este constituye, sin discusión, el mejor premio para Carlos Banasco, el “Maki”, como todos conocen al comisionado nacional, y los entrenadores Ramón Arias y Roberto Cárdenas, quienes junto al resto del colectivo de preparadores, médicos y psicólogos se han convertido en los artífices de tantos logros, fraguados todos en una añeja instalación al este de la capital cubana, donde se fabrican los campeones del taekwondo.
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Ramon dijo:
1
24 de julio de 2015
10:21:51
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