TORONTO.— Cuando un doble campeón olímpico como Donovan Bailey cambió el vértigo de las carreras por el éxtasis del paracaidismo al lanzarse de la Torre CN con la llama de los Juegos Panamericanos, a todos nos vino a la mente la idea de que estábamos a punto de presenciar una de las ceremonias inaugurales más fabulosas en la historia de las citas múltiples…y no nos equivocamos.
Bailey, un monstruo de la velocidad, emergió como por arte de magia del techo retráctil del Rogers Centre, y fue justo ese el punto de partida para un despliegue descomunal del Circo del Sol, el mítico Cirque du Soleil, que con más de 625 artistas cautivó a las 45 mil almas que colmaron las tribunas del antiguo Skydome.
Desde ese momento, el fuego panamericano quedó como testigo presencial del desfile de los atletas, la magia de las acrobacias y el recorrido con referencias a mitos indígenas ancestrales hasta llegar al crecimiento de Toronto como una ciudad que respira diversidad y cultura contemporánea por los cuatro costados.
La llama por momentos se convirtió en protagonista de lujo en el espectáculo, y al final pasó de mano en mano por varios deportistas laureados de Canadá, hasta llegar a Steve Nash, un hombre destinado a ocupar un sitial de honor en el Salón de la Fama del baloncesto norteamericano, la NBA, donde cautivó por espacio de dos décadas.
El hecho de mantener el fuego en el centro de atención fue una jugada maestra de los organizadores, que tuvieron en vilo a todos hasta que Nash salió del Rogers Centre y prendió oficialmente el pebetero panamericano en la base de la Torre CN, por donde pasarán muchos durante las próximas dos semanas.
En toda la noche, los estallidos se sucedieron en las tribunas del Rogers Centre, y cuando entró la delegación de nuestro país no fue la excepción, de hecho, los decibeles aumentaron. En las gradas, algunos cubanos vivieron la experiencia de palpitar junto a sus atletas y constatar el tremendo respeto de la comunidad internacional para con Mijaín López y el resto de la comitiva.
“Pocos días de mi vida me he sentido más orgulloso de ser cubano como hoy. Se te aprieta el pecho cuando ves desfilar a tuyos y todo el mundo aplaudiéndolos”, expresó a Granma Raúl del Pino, periodista camagüeyano de visita en Canadá, ataviado con una chamarreta de la selección nacional de béisbol.
Por su parte, la también agramontina Deisy Salfrán, manager en la compañía Security Films, dijo estar muy contenta, sobre todo cuando vio pasar la delegación.
“Sentí como si estuviera allá abajo con ellos, es una oportunidad única estar aquí y saber que puedes apoyar a tu tierra en los diferentes deportes”, añadió.
Otras historias convergen, se entrelazan con Cuba como punto común. El ejemplo más claro es el de Arnold, joven de 20 años estudiante de negocios, quien no pudo evitar abalanzarse sobre los periodistas cubanos, pues su mejor amigo, Rolando, nació en La Habana.
Descendiente de asiáticos —madre cantonesa y padre vietnamita—, Arnold se cruzó con nuestro grupo dos veces durante la jornada de viernes en el metro, y en todo momento indagó sobre la realidad, el país, sus atracciones y nos convidó a disfrutar de Toronto y los Juegos. Cerca de la medianoche, durante el segundo y fortuito encuentro, nos comentó sobre la extraordinaria inauguración, la cual catalogó de mágica con el encendido del pebetero y los fuegos artificiales de la Torre CN.
“Fue impresionante, y Cuba, muy elegante, se robaron el show junto con Canadá y el Circo del Sol, que montó un espectáculo hermoso, vibrante y con un ritmo bien arriba”, expresó Arnold antes de despedirse en la parada de College en el metro.
Así culminó la noche de la inauguración, la apertura de unos Juegos que a partir de este sábado comenzarán a dilucidar sus primeros campeones, los agraciados que harán subir la bandera de sus países a lo más alto del cielo de Toronto. ¡La fiesta ha comenzado!



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Orlando M dijo:
1
13 de julio de 2015
12:18:30
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