Una mochila repleta de amistad

TORONTO.--En una ciudad tan grande como esta, la segunda mayor de Norteamérica, hallar de un tiro cualquier dirección es como salir a buscar una aguja en un pajar. Solo se salta la valla del desconocimiento si hallas una mano amiga con luz preclara para orientarte.

Ya el disparo de arrancada para los Juegos Panamericanos está por escucharse y, en tanto se aguarda por la ceremonia inaugural, irse familiarizando con las rutas de ómnibus que llegan hasta las distintas instalaciones es primordial -- el tiempo apremia para viajar de un evento a otro-- , pero esa familiarización no alcanza el éxito si no te auxilia algunos de los 23 000 Voluntarios. Su llamativa indumentaria color naranja los hace sobresalir entre cualquier grupo de personas, para favor de los perdidos en el llano.

Rebbeca Bitton tiene solo 25 años, graduada de periodismo y actual estudiante de relaciones públicas, no titubeó en acudir al examen, con la "ilusión de poder ayudar a los demás, porque disfruto hablar con las personas, serles útil, sin esperar nada a cambio, solo entablar una amistad que puede perdurar no solo durante los días de los Juegos".

Los Voluntarios no tienen edad prefijada, ni profesión determinada, pues lo mismo son ingenieros de experiencia que mujeres de difenetes ocupaciones, y los encuentras en el centro de prensa como en cualquier sala de competencia. Rebbeca es nacida en esta ciudad, de padres marroquíes, y ahora alterna su quehacer en estos Panamericanos con un curso de verano en la universidad.

Agrada el entusiasmo y el empeño que ponen los Voluntarios en ofrecer una respuesta que satisfaga la inquietud del que indaga. Sin ellos, cualquier evento de tan gigantesca magnitud como la actual cita sería imposible realizarlo. En la mochila, también naranja, llevan sus mejores deseos de contribuir al éxito.