No sabía el escritor británico Robert Luis Stevenson, en el año 1886, que aquella novela de terror e intriga en la que ponía de manifiesto un debate entre el bien y el mal, así como la dualidad del ser humano, era una premonición de las redes sociales en internet.
A veces trato de imaginar a los modernos Jekyll apagando sus PC o dejando a un lado sus móviles para abrazar amorosos a sus hijos o irse con sus novias a cualquier parte, sin que estos sospechen que solo minutos antes y convertidos en Hyde, han atacado con una virulencia terrible a otros humanos; usando, desde sus plataformas digitales, ofensas, palabras obscenas e incluso amenazas de muerte.
¿Qué tipo de pócima ha bebido ese que ahora cena con su familia entre chanzas y anécdotas? ¿Cómo hace para odiar y maldecir en un mundo y dar cariño en otro? En verdad la transformación no es nueva, sobran las anécdotas de personajes que, después de halar el gatillo, se unían a la misa dominical y escuchaban atentos aquello de No matarás. Sin embargo, lo novedoso está en el doblez perfecto que alcanzan los odiadores modernos.
Los resortes que desatan a Hyde son casi siempre los mismos. Basta que lean o escuchen algún argumento a favor de la Revolución Cubana, o que descubran la palabra comunismo en un perfil o un texto, para que se transfiguren en seres apocalípticos y olviden la ética, la cultura del debate, el respeto a la intimidad o el trato cortés con las mujeres.
Irremediablemente, más temprano que tarde ambos personajes terminan por confluir en uno solo. Sería genial que, por el bien humano, sea Jekyll quien predomine sobre Hyde.


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