En los días que corren, cuando la Cuba revolucionaria enfrenta desafíos complejos y multifacéticos, la sensibilidad que deben tener los cuadros al atender, dialogar y acompañar al pueblo se torna una cuestión decisiva, más allá del cumplimiento estricto de funciones o consignas formales.
Fidel lo expresó con claridad meridiana: «El hombre es el elemento central del proceso revolucionario». Y no se refería solo a que el ser humano sea sujeto y destinatario de la Revolución, sino al cuidado, respeto, y comprensión profunda que debemos tener hacia cada cubano y cubana, particularmente cuando las circunstancias no son de abundancia ni confort, sino de limitación, escasez y preocupaciones legítimas.
Raúl, con la lucidez acostumbrada, insistió en el deber de los cuadros de «estar cerca del pueblo, escuchar sus inquietudes y transformarlas en impulso para seguir adelante», recordándonos que, sin ese vínculo sensible, no hay proyecto ni futuro posible.
Dialogar con el pueblo bajo condiciones adversas no es tarea menor. El debate desde la comodidad es asequible, la argumentación en tiempos prósperos suele encontrar puertas abiertas. Pero cuando la crisis apremia, y las colas, el desabastecimiento, la inflación y las dificultades se vuelven parte cotidiana de muchas familias, se impone algo que trasciende la simple verbalización de datos o consignas: la empatía sincera, la capacidad de ponerse en el lugar del otro, para entender y aprovechar esas emociones como puente para generar confianza.
En este sentido, no se trata de esquivar las realidades incómodas ni de pintar un cuadro ideal que no coincide con la vivencia diaria. La verdad debe ser abordada con honestidad, pero también con pericia y contexto. Recordemos a Martí cuando planteó que «hay que ganar la guerra a pensamiento».
Los cuadros del Partido y del Estado no pueden permitirse el error de minimizar el bache, la cola, la carencia ni la preocupación. Pero sí deben, a la vez, desentrañar y comunicar con claridad que esas dificultades no son, en una gran medida, producto de debilidad interna, sino de un cerco económico diseñado para doblegarnos. Nadie entenderá ni creerá solo con la repetición, sino con la demostración, con la historia, y el análisis que muestren no solo las causas, sino los esfuerzos y logros, a pesar de la garra que nos asfixia.
Por eso la comunicación política en Cuba debe ser humana y estratégica. No solo se gana con fundamentos históricos o económicos, sino con la sensibilidad que permita tocar las fibras emocionales, comprender las limitaciones reales, y ser compañeros en la adversidad, sin demagogia, sin desdén ni lejanía. El respeto al pueblo es también la mejor estrategia revolucionaria.
Los cuadros que se forman y se preparan para el hoy y el mañana deben cultivar este arte complejo de diálogo, probar en cada encuentro la fortaleza que dan la humildad y la verdad compartida. Fidel y Raúl nos legaron ejemplos valiosos, y la responsabilidad de mantener vivo ese método directo, hombre a hombre, mujer a mujer, casa a casa, hasta donde sea necesario, sin perder la ternura política, tan indispensable como el acero de la voluntad que nos caracteriza.


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Nydia dijo:
1
15 de septiembre de 2025
13:18:59
Leandro dijo:
2
18 de septiembre de 2025
03:03:48
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