ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

No recuerdo exactamente el nombre de aquella radionovela que, una de las tantas vacaciones que pasé de niña junto a mi familia paterna, ponía en pausa a medio Entronque de Pilotos (Pinar del Río), incluido mi papá.

Minutos antes comenzaba pacientemente a sintonizarla porque a él, además de la trama, le encantaba la canción tema. Y también a mí. Aquella música tenía algo que, a pesar de mi corta edad, me emocionaba sobremanera, pero no tenía ni idea de sus orígenes o procedencia.

Terminadas las vacaciones, de vuelta a mi tierra tunera, donde no se sintonizaba el dramatizado tan popular en el otro extremo de Cuba, de vez en cuando tarareaba la melodía, que nunca tuvo letra, hasta que algún día, como era de esperarse, la olvidé.

De eso pasaron años, más de 15 diría yo, y un día cualquiera, frente al televisor, reapareció aquel sonido, y me inundó el alma, me atravesó. La flauta, armónica, los caracoles, aquel quejido triste como una segunda lectura de mis oídos, y las lágrimas, indetenibles por mis mejillas.

Entonces, internet mediante, supe que aquella melodía que me encantaba de niña era una especie de canción protesta, cuyos acordes inigualables y tristes vieron la luz en el Perú de 1913, hace más de cien años, para testimoniar, desde al arte, los abusos que sufrían los trabajadores indígenas por parte de las empresas mineras.

Duele saber que poco ha cambiado desde entonces, y las etnias originarias siguen labrando un camino de resistencia que ha costado mucha sangre y lágrimas, para ser reconocidos como iguales en su propia tierra.

Aunque originalmente no tuvo letra, y se han hecho quién sabe cuántas versiones después, siento que habita en esa melodía el legado de una sangre compartida, ancestral que, a base de tronco común, de América madre, se me aloja como un latido en lo hondo del pecho.

El cóndor pasa es, al menos para mí, un canto a nuestra resistencia, a la fuerza con la que nos hemos visto obligados a hacer frente a la explotación y al saqueo, desde los conquistadores de antaño, hasta los que también hoy nos creen inferiores e incapaces de labrarnos un destino.

Como nacida de las entrañas del Abya Yala, acorde por acorde vuela el sentimiento de libertad en la melodía, como libres vuelan en el cielo las alas del cóndor. Orgullo latinoamericano que se respeta y no muere, que se agiganta, que canta y lucha. Cóndor que habitó en el pecho de Violeta Parra, de Mercedes Sosa, de Atahualpa Yupanqui, de Víctor Jara, y hasta en el pincel de Oswaldo Guayasamín, y de tantos y tantos…

Cóndor que me habita el alma y me revolotea sin barrotes como el tocororo en el pecho, que enciende mi sangre india y el amor por esta patria grande, porque lo quieran o no, lo dijo otro cantor, de estos tiempos, de estos años (Residente), «aquí estamos, siempre estamos, no nos fuimos, no nos vamos».

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Ivette dijo:

1

4 de agosto de 2025

12:36:01


Es una bella melodía. Hermosa, dulce y valiente como nuestras tierras de América q nos llena de fuerza. Estamos.