ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Tal como van las cosas por el mundo, no estaría mal proponer algunas alternativas para determinados asuntos, viendo que, así como están, poco o nada le resuelven a la humanidad.

Se me antoja como lo primero el famoso Premio Nobel de la Paz, que ha estado sufriendo una cierta degradación, en los últimos años, dejando que se cuelen por allí algunos con un olor a pólvora algo sospechoso, ante lo cual la propuesta más justa sería Premio «de No ver la Paz». Así dejamos tranquilos a los verdaderos pacifistas y los belicosos obtienen lo que más se ajusta a sus «méritos».

Luego están los famosos Derechos Humanos, dentro de los cuales, lamentablemente, ya no es posible englobar a toda nuestra distinguida y extinguible especie, pues por razones netamente politiqueras, el susodicho término ha cerrado sus márgenes, y los poderosos tratan de imponer la alternativa, desagradable pero cierta, de los «Desechos Humanos», con la cual denominar a las grandes mayorías, sedientas, hambrientas, y raramente publicitadas, en un mundo tan mediático e injusto en el que se quiere que valga más un muerto en alguna ciudad de Occidente, que 58 000 en Palestina.

Por ese trillito llegamos a la libertad de expresión que, por no ser en verdad ni tan libre ni tan expresiva, podía alternarse en muchos casos con «libertad bajo presión», si tomamos en cuenta algunos pesos que oprimen las cabezas de los ciudadanos del llamado mundo libre, digamos el mercado, la manipulación, el miedo y hasta el llevado y traído peso de las conciencias.

Así las cosas, creo que la Organización de Naciones Unidas, después de numerosas demostraciones de extraña matemática, en las que la mayoría puede menos que la minoría, se asimilaría muy bien la idea de llamarse Organización de Naciones «no Oídas», y ante el tristemente célebre derecho al veto con el cual los ricos golpean a los pobres, pues vendría bien el «derecho al bate», y así los pequeños podrían golpear algunas «partes» de los grandes.

Para la OEA no es ya necesaria la alternativa correspondiente; la triste y dependiente organización seguirá siendo «Ministerio de Colonias», en tanto su historia siga teniendo tantos y tan desafortunados episodios, y mientras a la bota del Norte le cuadre la servicial lengua de aquellos que la lustran y defienden.

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