La noche cae sobre Cuba y, con ella, la oscuridad. Las centrales termoeléctricas esperan piezas que no llegan, el combustible escasea y la vida cotidiana intenta adaptarse a la intermitencia de la corriente. Para millones de cubanos, la penumbra ya no es noticia: es rutina.
Cuando se apagan las luces, un manto denso cubre ciudades y pueblos. En esos momentos, la conversación salta con facilidad del chiste al exabrupto. El calor sofocante, la insistencia de los insectos y las provocaciones mediáticas del vecino del Norte convierten los días y noches de resistencia en un reto constante.
En este escenario, todos saben que la generación eléctrica cubana enfrenta desafíos enormes. Las capacidades son limitadas, y la falta de acceso a tecnología y repuestos agrava la situación. En mi barrio no faltan los debates. Alguno, vencido por el bochorno y la oscuridad, termina culpando al Gobierno cuando intenta explicar su propia angustia, la de él y la de todos.
Hace unas noches, en una de esas tertulias de apagón en las que evocábamos aquellos años –cuando la familia se reunía en torno a un radio soviético de pilas para escuchar el programa Nocturno–, se impuso un consenso no exento de chanza cubana: la culpa, al final, no es de nadie.
Pero no pude quedarme callado, los ahí reunidos son los héroes cotidianos, los protagonistas de la resistencia, el obrero, la maestra, el estudiante, la doctora, el militar, el guajiro, la ama de casa que hace milagros cada día en el hogar. Había que desafiar el desaliento y dije, quizá con más energía de la cuenta: ¡sí, la culpa sí la tiene alguien!
El entramado de leyes, medidas coercitivas y órdenes ejecutivas del bloqueo ha frenado la modernización y sostenimiento del Sistema Eléctrico Nacional.
La falta de recursos ha forzado a la mayoría de las unidades térmicas a operar fuera de sus ciclos regulares de mantenimiento, algunas por más de tres periodos de cinco años, lo que ha provocado un deterioro progresivo del sistema.
Ejemplos sobran: la central de Mariel ha tenido dificultades para importar piezas debido a las presiones de la Ley Helms-Burton, lo que ha retrasado la operación de unidades generadoras. Un cilindro de media presión, ya pagado, no pudo ser trasladado a Cuba por la cancelación de la empresa encargada. El sistema de regulación de turbinas también sufrió retrasos similares.
En enero de 2024, la central termoeléctrica Ernesto Che Guevara no recibió piezas de la fábrica italiana Termomeccanica, porque esta fue adquirida por una compañía estadounidense.
En 2021, la francesa cnim dejó de suministrar repuestos para la central Antonio Guiteras por temor a sanciones de ee. uu., y la alemana Brüel Kjaer Vibro GmbH condicionó sus contratos a pagos adelantados, aconsejada por su banco de no comerciar con Cuba, so pena de la Ley Helms-Burton.
Los pocos proveedores que aún comercian con la Isla han incrementado sus precios para compensar el riesgo de operar bajo las restricciones del bloqueo y la inclusión de la Mayor de las Antillas en la lista de supuestos patrocinadores del terrorismo. Así, el país debe importar repuestos desde mercados más distantes, lo que encarece aún más los costos de transporte y logística.
Para dimensionar el impacto: entre agosto de 2021 y febrero de 2022, el bloqueo causó daños al sector energético y minero por más de 185 millones de dólares. Entre marzo de 2023 y febrero de 2024, las afectaciones superaron los 388 millones de dólares.
No podemos ignorar que la guerra económica también limita el acceso a petróleo y gas, insumos esenciales para las plantas termoeléctricas. Estas restricciones, en conjunto, han incrementado los apagones, generando pérdidas económicas millonarias y afectando la vida cotidiana de los cubanos.
Entonces, camaradas, la culpa sí la tiene alguien. Ese alguien tiene nombre y apellidos: la Casa Blanca, el Gobierno de Estados Unidos.
¿Hay preguntas que el Gobierno cubano aún debe responder sobre este tema? Es posible. Pero no debemos perder de vista a los verdaderos y deliberados responsables.
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aleaga Pesant dijo:
1
26 de julio de 2025
15:51:29
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