A QR revueltos, ganancias de abusadores

Una doctora en estomatología tuvo que ceder más de 600 pesos de su salario para poder acceder al efectivo que se ganó durante el mes, trabajando.

Otro muchacho, trabajador de una industria, tuvo que darle a alguien 1 200 pesos para acceder a su salario, dinero que se ganó luego de un mes aportando soluciones delante de un torno.

Dice un viejo refrán que a río revuelto, ganancia de pescadores. Sin embargo, en este río no ganan los que más trabajan, ganan los pillos que lucran con la necesidad humana y, de una mano para otra, sin el menor esfuerzo obtienen más dividendos que quien suda la frente aportando a la sociedad.

Pero ¿por qué se revuelve el río?, ¿por qué tanta gente viola lo establecido si existe una resolución que obliga a todo aquel que brinde un servicio o venda algún producto a tener una vía activa para aceptar el pago por plataformas digitales?

 Lo cierto es que muchos QR aparecen solamente cuando los inspectores los piden, y en otros sitios parecen objetos museables o meramente expositivos, porque cuando pides utilizarlo llueven las respuestas, justificaciones y hasta negativas sin muchas explicaciones.

Así ocurre en sitios céntricos o apartados, de cualquier provincia de Cuba, a cualquier hora del día.

En una céntrica calle camagüeyana, en una unidad arrendada, obtuvimos como respuesta de la titular que no brindaba la opción porque en su negocio mandaba ella. En otro, conocimos que cobran el 1,5 % del valor de la transferencia en efectivo; otros explican que lo tienen solicitado, pero que el trámite demora y también existen los que se escudan en los apagones; y es verdad que estos a veces influyen, pero no es igual en todos los lugares.  Incluso hay algunas trampas más sofisticadas que trucan el qr para que interrumpa hasta la conexión, y después viene el «no quedó por mí».

Como mismo hay pícaros e indolentes, hay muy buenos ejemplos que incentivan el pago por plataformas digitales, ya sea en instituciones privadas o estatales, algunos hasta les explican a los clientes las bondades o bonificaciones que tiene hacerlo.

En estos lugares funciona, y funciona bien, sin trauma para ninguna de las partes implicadas; eso, más allá de la necesidad objetiva, es sinónimo de desarrollo, y no se puede negar. Así funciona un mundo cada vez más interconectado y digitalizado, en el que ya casi no se ve el efectivo.

En un país en el cual el pueblo trabajador es el centro del sistema que construimos, no pueden quedar brechas para quienes no cumplen con lo establecido. En Cuba, por muy revueltos que estén los ríos, no debiera haber espacios para que gane quien evade las regulaciones vigentes.