ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

¿A dónde pretende llevarnos la prisa? Vale la pena apartar unos segundos de nuestras agitadas vidas para inquietarnos con esa pregunta.

Así como el universo expande su inmensidad más allá de sus límites, mientras lo invade el frío, nosotros, ínfimos planetas, nos precipitamos hacia el abismo de la historia humana y, en primer lugar, a nuestro propio vacío. Luce contradictorio, pero esa poesía cósmica traza un paralelismo con un dilema de la sociedad actual: su falta de poesía.

Para estas reflexiones me bastaron dos minutos en la hierba. Me acosté en ella una de estas tardes y me arrellané en el placer casi olvidado de mirar las nubes. En algún rincón de mi pasado encontré las llaves de la imaginación y comencé a nombrar las figuras celestes.

Luego me asaltó una gran angustia: ¿Cuántos años negué ese deleite cotidiano de la infancia? ¿En qué medida nos alejamos de tantos detalles diminutos pero esenciales?

El ritmo frenético del presente nos exige demasiado invertir nuestra existencia de manera «útil», al punto de generarnos ansiedad y hasta una sensación de culpa cuando, en ocasiones, tomamos un descanso.

Las pausas resultan indispensables para replantearnos la vida y alimentar nuestro espíritu. Durante la pandemia de coronavirus, muchos caímos en la cuenta, como expresó el actor argentino Ricardo Darín, de cuánto nos sobra en el camino a la felicidad. Sin embargo, la vuelta a la rutina nos condenó otra vez a cargar esos fardos.   

Mientras nos enajenamos entre tantas noticias, redes sociales y lujos para los afortunados capaces de comprarlos, cada día parece más quimérica la contemplación de una rosa, el agradecimiento a un abrazo amigo, el suspiro frente a la fugacidad de una puesta de sol.

Mantengámonos alertas ante «aquellas pequeñas cosas» atrapadas en los acordes de la guitarra de Joan Manuel Serrat, aunque los relojes apenas concedan instantes para ellas. Respondamos sí, a esa interrogante de Eduardo Galeano: «¿Tiene usted tiempo para la belleza?».

La prisa nos conduce en una carrera desenfrenada hacia ningún sitio; pero, aun en medio de esa agonía, podemos vivir momentos con tanta entrega como si escapáramos de esta cárcel del tiempo. Así, sospecho, nos aguarda la verdadera y posible eternidad.

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