Acontecimientos de los últimos días, debates en redes sociales y posiciones de diversas personas e instituciones ponen nuevamente sobre la mesa el peligro de separar la política de todo cuanto ocurre.
Vuelve a ser recurrente en estas páginas el análisis de lo apolítico, forma que se vende hoy como el camino más fácil. ¿Podrán realmente los cubanos mantenerse aislados de la política del país, de la política mundial que tanto incide en Cuba?
Pretender que seamos seres apolíticos puede tener un costo similar a la desmovilización y el licenciamiento del Ejército Libertador cubano, cuando más lo necesitaba la defensa del proyecto independentista soñado por los padres de nuestra nación.
El llamado apoliticismo es algo muy difícil de sustentar filosóficamente. Por sencilla y muy alejada de la política que parezca una decisión, siempre, como seres sociales que somos, se hace basada en términos o referentes políticos, y eso no se puede olvidar en ningún momento.
No lo pueden olvidar los cubanos, porque estaríamos desconociendo nuestra memoria histórica, y tampoco lo deben olvidar las instituciones encargadas de transmitir ideologías, sobre todo nuestros medios de comunicación, a quienes les toca «desempanfletar» la política, darle las herramientas al pueblo para el debate, y seguir defendiendo, por encima de todas las cosas, este proyecto de país.
En este contexto, en que la apuesta es a minarnos por dentro, debemos preocuparnos por continuar elevando la cultura política de nuestro pueblo; perfeccionar, todavía más, los programas de las asignaturas que imparten estos contenidos y buscar alternativas a la ausencia o la reducción en los programas universitarios de las materias que nos enseñan a no caer en la trampa de la desmemoria.
No podemos quedarnos indefensos ante ideas llamativas, sugerentes y aparentemente «modernas», con mucha ciencia y millones detrás, que buscan desmontar nuestras esencias.
No nos queda otro camino que continuar la construcción de esa sociedad nueva, alternativa, socialista, imperfecta como toda obra humana. Los mambises de este siglo no podemos dejarnos quitar las armas.


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