Hay dos maneras que en nuestro país ayudan a comprobar si una idea, una inversión, un proyecto económico cualquiera, es efectivo o no. La primera, acudiendo a la objetividad de los números; la segunda, viendo lo que al respecto publican los medios financiados por Estados Unidos para la guerra mediática contra Cuba.
Si esos medios dedican páginas a supuestos análisis para demostrar que algo no funcionará; si ello luego se refleja en las redes sociales, en las que la claque habitual se ocupará de burlarse, quejarse, subir memes y acusar de inepto al Gobierno, póngale el cuño: el proyecto es excelente.
Le propongo realizar una búsqueda elemental en Google. En la barra coloque la expresión «inversión en energía solar», y con total certeza hallará miles de páginas especializadas en las que podrá comprobar que es esta una de las opciones más rentables y beneficiosas en materia energética, en cualquier país.
Desde luego, según la mirada de los susodichos medios, esa realidad jamás aplicará para Cuba. Así, esta semana vimos cómo el plan de diatribas fue sobrecumplido con creces, sin que se escatimaran manipulaciones y adjetivos contundentes.
La razón –o más bien la sinrazón– fue porque el titular de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, afirmó que, dado el crecimiento de las fuentes renovables de energía, más otras acciones que se realizan en unidades térmicas, «tendremos, en 2025, al menos un minuto de generación sin consumir combustible importado».
Obviamente, se estaba refiriendo a ese primer, pero decisivo paso, con el que se inicia un trascendental camino. Una noticia importante, porque de acuerdo con el volumen de inversiones proyectadas –unos 2 000 megavatios de potencia con energía solar–, ese primer minuto pronto se volverá horas, y luego esas horas pudieran ser días redondos sin consumir combustibles importados para la generación eléctrica.
Si algo hoy urge al país son las divisas. Sin ellas no es posible el crecimiento económico: no se pueden importar equipos, fertilizantes, medicinas, bienes de consumo, realizar importantes inversiones y mejorar infraestructuras. El país tiene dos maneras de maximizar las divisas: exportando más y mediante el ahorro.
Pero vayamos a lo que publicaron algunos de los tales medios. Según El Nuevo Herald, lo que el Gobierno cubano pretende es alcanzar un único minuto de generación eléctrica sin depender de combustible importado. ¡Cómo que un solo minuto! Ridículo, naturalmente.
Diario de Cuba nos regala este titular: «Engordar el minuto: otra estrategia rocambolesca del Gobierno cubano». Cubanet no se torna más creativo y reitera: «Engordar el minuto: la estrategia del ministro de Energía y Minas». En El Toque, como era de esperar, un economista decreta lo improcedente de esa inversión, y lo hace mediante cierto simulacro de análisis.
Lo curioso es que, hasta hace poco tiempo, el discurso de estos medios iba en dirección contraria: criticaban que Cuba no invirtiese en energía solar. En cualquier caso, con la nueva algarabía, es obvio que le están dando un espaldarazo al proyecto en curso. Pero bueno, vayamos a la segunda manera de saber si la inversión es correcta; veamos qué dicen los números.
Una tonelada de fuel oil importado ronda hoy los 650 dólares, y una central termoeléctrica extremadamente eficiente emplea unos 200 kilogramos (kg) de ese combustible en generar la corriente suficiente para el consumo de un megavatio hora. Nuestras plantas padecen numerosos achaques, así que tomemos un gasto medio de unos 250 kg por megavatio hora consumido.
Ello significa que, si esta electricidad se generara a partir de la radiación solar, por cada mil megavatios hora consumidos el país se ahorraría 250 toneladas de fuel oil, que importan unos 160 000 dólares.
Hoy, según se ha informado, poco más del 50 % de la generación se produce a partir de fuentes importadas.
¿Cuánto ahorro puede significar, entonces, para nuestra economía, un minuto sin generar a partir de combustible importado? ¿Y cuánto un minuto diario, por un año completo? Eso, sin incluir los gastos de fletes y seguros marítimos que, para Cuba, son extremadamente altos, dada la vigencia de la llamada Ley Torricelli.
Desde luego, se tendrán otros beneficios: los mantenimientos de calderas son altamente costosos; se economizarán materiales, piezas de repuesto, grasas y lubricantes especiales; se bombeará mucho menos agua; habrá menos pérdidas en distribución; se reducirán al mínimo los apagones diurnos, y, como efecto medioambiental, será menor la emisión de residuos contaminantes y gases de efecto invernadero.


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