¿Habrá tiempo de evitar una guerra que nadie ganará?

Con cada anuncio de su prepotencia belicista, pareciera que los agoreros del Pentágono invocan el estallido inminente de una tercera guerra mundial, con ellos como promotores principales.

En coincidencia con el aniversario del lanzamiento de las bombas nucleares en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki (6 y 9 de agosto de 1945), el secretario de «Defensa», Lloyd Austin, dio luz verde a una nueva agrupación de cruceros, destructores y aviones rumbo a Oriente Medio.

Previamente, The Washington Post informó que el portaaviones estadounidense uss Theodore Roosevelt y al menos otros cinco buques de guerra se desplazaban desde el golfo Pérsico hacia el golfo de Omán.

Así se crearía un escenario «ideal» para prender la chispa de una conflagración universal catastrófica; tanto como el que se fomenta en Ucrania, con la inyección permanente de municiones y armas cada vez más inteligentes y devastadoras; o en un Israel que masacra palestinos con una crueldad genocida irrefrenable. Y en cada teatro de operaciones, Estados Unidos como instigador, proveedor y garante de que la inestabilidad sea cada vez peor.

El más reciente asesinato de un dirigente palestino, en plena ciudad de Teherán, también son provocaciones peligrosas para un conflicto que involucraría el posible uso de armas nucleares.

Como pasó en la Primera y en la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos, el país que más armas exporta y que, en pro del negocio que encabeza, tiene el interés mayor de que los enfrentamientos bélicos no cesen, observaría desde lejos, allende los mares; mientras se frotaría las manos haciendo padecer a aquellos que considera enemigos de su hegemonía, entre ellos Rusia, China e Irán.

De seguir ese camino, la humanidad se acercaría, lamentablemente, a una inevitable guerra mundial que, por el altísimo grado de letalidad que la tecnología ha puesto en las armas más avanzadas, no tendría siquiera un ganador, y todos seríamos perdedores.

¿Se estará a tiempo de evitarlo?