Nos obsesionan: su volumen, formas, tamaños, y todos los signos de la edad. Pocas cosas en nuestra vida están sujetas a tanto escrutinio como el cuerpo.
Nos miran y miramos, nos juzgan y juzgamos, simetrías y deformidades, exceso de grasa o su falta, canas, arrugas, piel flácida, altura… y todo ello para clasificar diversas realidades humanas, según unos patrones de belleza que son casi siempre demasiado estrechos como para no obviar lo esencial. No citaré El Principito, pero Saint-Exupéry sabía.
Hace unas semanas trascendió la noticia del acoso sufrido por la esposa de un exitoso futbolista europeo. La cantidad de comentarios negativos en su cuenta de Instagram, asociados a su peso, la llevaron a borrar muchas de sus fotos. Una y otra vez le dijeron que su marido se merecía algo mejor.
¿Cómo puede un hombre que gana millones de dólares no elegir una modelo delgada, operada, exuberante? ¿Cómo se atreve? Sobre la madre de su pequeño hijo, el deportista dijo que la amaba, que había estado con él desde la adolescencia, y que la elegiría una y otra vez.
El incidente, si bien visibiliza que el amor y el deseo se construyen hacia y entre todo tipo de cuerpos, y más allá de ellos, deja el regusto amargo de cuánto falta para entender que nos obnubilan falsas ideas de lo hermoso.
Todos somos susceptibles a la belleza, esa capacidad nos distingue como especie, pero la belleza real es disímil e imperfecta. ¿Cuántos hombres de abdomen perfectamente esculpido y piernas monumentales conocemos en la vida real? ¿Cuántas mujeres tienen un vientre plano y muslos sin celulitis? ¿Quién se ve siempre radiante, impoluto?
Las redes sociales, espejos para el ego y pozos para la conmiseración, nos muestran todo el tiempo gente de cuerpos maravillosos. Y a veces caemos en la trampa de compararnos; quitando el dinero de algunos y las cirugías plásticas de otros, ¿se verán así de bien siempre? ¿No nos mostrarán la foto con retoques y filtros, y aquella en la que los defectos están escondidos?
Bienaventurados quienes se revelan humanos, flacos, gordos, enfermos y cansados, y pueden envejecer con honestidad. No quiere decir afearnos ni mostrar lo que no nos enorgullece, sino simplemente ser de verdad.
¡Qué triste que alguien no valore a su pareja, soñando con esos cuerpos despampanantes y fantasiosamente tersos que están al otro lado de la pantalla! ¡Cuánto se pierde quien no ha amado en otro cuerpo sus «imperfecciones», y las ha deseado con locura!
No son los cuerpos meros envases, hay que cuidarlos, embellecerlos, valorarlos; pero a la par del intelecto y de la bondad. Quien ve solo la estructura se pierde casi toda la maravilla del viaje.


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Julio Iván dijo:
1
9 de agosto de 2024
09:21:42
Rolando dijo:
2
13 de agosto de 2024
16:04:40
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