Dice la Real Academia Española que rebeldía viene del latín rebellis, que es la cualidad de ser rebelde o la acción propia del rebelde. Desde la Psicología, es un tipo de comportamiento humano, es la resistencia o el desafío a la autoridad. Sin embargo, para este pueblo rebeldía viene de Hatuey, de Guamá y de otros tantos que se rebelaron contra aquellos que se hicieron dueños y señores de esta tierra.
Viene de Pepe Antonio y de los criollos, que no creyeron en las cañoneras inglesas y, machete en mano, dejaron claro que ese era el camino. De Aponte y los adelantados que soñaron, apenas iniciada la decimonovena centuria, una Cuba sin cadenas.
Pensamos, también, en ese padre de todos nosotros, que aun cuando algunos creían imposible la guerra, él la hizo posible, y fue el primero en gritar libertad o muerte. En el joven Ignacio, quien siempre tuvo claro que nuestra redención dependía de arrebatarla por la fuerza de las armas, y en el más bronceado de nuestros titanes, ese que mandó a guardar un documento indigno, y lo único que pactó bajo los mangos de Baraguá fue el reinicio de la contienda.
Razón tenía Martí, otro de esos «majaderos» de nuestra historia, «vale más un rebelde que un manso». Nuestra rebeldía también ha llevado marca joven: Mella, Villena, Guiteras, Trejo fueron de esos que, sin importar la edad, asumieron que la rebeldía era no estar de acuerdo con las condiciones de la Cuba que les tocó vivir.
Cuando parecía que toda esa lucha pasada había sido en vano, surgió entonces el más eterno de nuestros rebeldes, y supo contagiar a cientos, tanto que a ellos les debemos todos los 26 del séptimo mes del año, desde 1953 hasta hoy.
Esa rebeldía lleva nombres como Gildo, el joven de 33 años, de Marianao, que cayó muy cerca de la posta 3 del Moncada, y nunca supo que su Paquita adorada traía ya en el vientre a Gildita. Gildo tenía tantas ganas de vivir, que cuentan que la noche anterior a la acción estaba arroyando congas en el carnaval santiaguero. Jóvenes como él hicieron equivocar al mismísimo Jorge Mañach, quien unos meses antes del asalto había dicho que la juventud cubana estaba perdida.
Ellos, jóvenes encontrados en la revolución, después fueron ejército de pueblo obrero y campesino, coronaron insurrectas las alturas, y cinco años fueron suficientes para ofrecernos como estandarte de victoria la obra más rebelde que haya conocido este lado del mundo. Entonces, ¿cómo pedirle a este pueblo que no siga apostando por esa rebeldía?
Somos rebeldes, con causa y por obligación, así lo hemos sido siempre. Escogimos ser socialistas, comunistas, en tiempos en los que era mejor ser el mismísimo diablo que mentar a Carlos Marx y, por si no bastaran las cuotas de rebeldía, enfrentamos a un imperio solo con la moral de un puñado de mujeres y de hombres dignos.
Por cabeciduros que somos, pretendemos construir una sociedad mejor, con bloqueos, intentos por impedirlo y hasta casi solos defendiendo estas banderas. Pero somos así, tan irreverentes que no renunciamos a defender premisas que en otras latitudes son sueños todavía. Y es que esta rebeldía nuestra, muy cubana y que practicamos a diario, no viene del latín rebellis. Es un asunto de ese ADN llamado cubanía.


COMENTAR
humberto dijo:
1
1 de noviembre de 2024
10:05:41
Responder comentario