ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Ya nadie la menciona o pocos lo hacen. Es posible que usted se pase semanas leyendo uno u otro artículo de prensa o simplemente hojeando revistas de diversos temas, sin que ella aparezca en alguna parte. Pero con seguridad sigue viva y la mencionan bastante en publicaciones más profundas, demasiado complicadas para un mundo de tuit lectores.

No conviene que la gente la conozca, su presencia es peligrosa y pone en tela de juicio muchos paradigmas muy bien afincados, que hablan del éxito, de la suerte e incluso del milagroso «sueño americano». Todavía se recuerda con pavor aquellos tiempos en que apareció por vez primera, y de solo nombrarla causaba escalofríos en las glamurosas oficinas de las corporaciones o en los banquetes de los oligarcas, en los que se decían cosas terribles sobre ella, sin poder ocultar su presencia.

Su padre, que fue más bien un genial descubridor de esencias, se ganó el más terrible de los odios; sin embargo, cuando sus enemigos se quedaban a solas y pasaban pestillo a sus lujosos portones, no podían evitar una pecaminosa lectura de sus peligrosos textos, en los cuales la susodicha era el personaje principal, algo así como una peste amenazante que debía ser ocultada de las mayorías.

Y eso fue justamente lo que se pactó: hacerla desaparecer, camuflarla detrás de otras cosas para que poco a poco se olvidaran de ella y su aplastante verdad no pusiera en riesgo el éxito de los pocos, o pretendiera cambiar el destino de los muchos; así las cosas, y como tantas veces en la historia, le echaron mano a Dios y le atribuyeron a su gracia divina los portentos que en realidad eran indiscutiblemente resultado de la innombrable e irrespetuosa, que vino a sacudir cimientos.

Con ella bajo control, respiraron más tranquilos y, como ponerle nombre estaba muy relacionado con los comunistas –esos «ogros» de siempre que tienen la culpa de todo lo malo–, resultó más fácil el trabajo para la propaganda en su contra, y fue tan bien organizado el complot, que han conseguido, en casi todas partes, lo que ella trató de evitar a toda costa: que los pobres sientan que la pobreza les toca como destino y, para colmo, crean fervientemente que los ricos son una admirable y suertuda casta bendecida por el cielo, que no debe ser molestada ni cuestionada por esa «doña» extraña y roja a la que llaman plusvalía.

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