ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Los otros existen. ¿Existen los otros? En este mundo de una individualidad atroz pareciera que se difuminan, distorsionados por el cristal de nuestros teléfonos, amorfos; y, por tanto, maleables, pateables, destruibles.

No me pregunten cómo sé que Nodal puso fin a su relación con Cazzu por Ángela Aguilar, ni que el matrimonio de Jennifer López y Ben Affleck está en crisis; tampoco puedo dilucidar cuánto hay de cierto en los titulares que los acosan, juzgan y condenan de una manera despiadada. Conflictos totalmente ajenos se cuelan en mis redes sociales por los entresijos del algoritmo, incluso contra mi voluntad.

Con una sed increíble de sangre, a la manera del circo romano, la gente opina y ofende sobre estos y otros casos y vidas, manifestando la despersonalización que las pantallas favorecen. Ya no es solo la «prensa del corazón», cuyos basamentos éticos siempre fueron discutibles, sino una plataforma enorme de cuentas desde la que se despedaza al otro si con ello se pueden ganar visitas, likes…

Pareciera que es el precio a pagar por la fama, que nunca ha sido fácil, y algunos se consuelan con que al final los famosos siempre «facturan» con sus escándalos. Sin embargo, esa persona bajo los reflectores sigue siendo humana, y las pérdidas y rupturas siguen representando –como para todas– experiencias muy dolorosas.

Más preocupante incluso que el efecto potencialmente devastador que puede tener sobre alguien ver su vida personal debatida y destripada, es lo que hace al alma de los espectadores formar parte de ese divertimento. El ejercicio de la empatía está estrechamente relacionado con la verdadera civilización.

Ese afán caníbal de irrespetar la intimidad ajena y de lesionar la dignidad –atacando la moral, el cuerpo o las creencias de los demás– nos deshumaniza; y paulatinamente se hace presente en ámbitos más estrechos y particulares: las víctimas ya no son siempre personas arropadas por la fama, basta que tengan algún reconocimiento social o una mínima exposición, a veces indeseada.

¿Qué nos hace entrar a la vida de los otros? ¿Curiosidad, morbo, aburrimiento…? Deberíamos hacerlo siempre de puntillas, si es que no podemos evitarlo.

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VLADIMIR dijo:

1

8 de julio de 2024

08:25:19


Muy cierto, hemos caido en una perdida de valores gigantezca, no hay etica y si un profundo desconocimiento de la intimidad y pivacidad del otro.

Sergio dijo:

2

10 de diciembre de 2024

17:15:23


Los que critican a los artistas deben, antes, criticarse ante el espejo.