La fronda puede ser hosca y la maraña de los gajos amenazante, pero hay que saber hurgar detrás del árbol, buscar la luz, comprender el paisaje en su conjunto.
Contra Cuba, nuestra tierra querida, se ha desatado una campaña atroz. Por momentos pareciera que la balanza se inclina a favor de los que siempre la han atacado, y que hoy nutren sus filas con soldados de nueva generación, y emplean las sofisticadas armas de internet.
Las jaurías siempre han sido expertas en acosar presas heridas, aprovechar sus debilidades e ir dando zarpazos hasta conseguir su objetivo final. ¿Qué es, sino eso, lo que aplican contra este país, justamente cuando factores diversos lo han situado entre los odios y la pared?
El plan, aunque en realidad se remonta a más de 60 años, parece recién sacado del horno.
Por un lado, aprieta la mano peluda que asfixia y mueve los hilos, y por el otro aprovecha, sin la menor decencia, las insatisfacciones lógicas de una economía precarizada y los trastornos ocasionados por errores propios.
La mesa está servida, pero sería de ingenuos ver solo los árboles y olvidarnos del bosque.
Es fácil y mediático usar fotos antiguas de una Habana glamurosa y hacer con ellas un post altisonante, y exhibirlas como prueba irrefutable de que la Revolución ha sido un fracaso. Tan oportunista manipulación de la verdad histórica pretende obviar las anteriores realidades de un país que, siendo entonces fiel aliado y socio comercial preferente de Estados Unidos, tenía índices de salud, educación y desarrollo que tornaba en pesadilla la vida de millones de cubanos, allende la capital y en la propia capital.
Es fácil y mediático exhibir las zozobras de alguna familia cubana en busca de un medicamento ausente, y colocar ese momento de angustia como punta de lanza contra un estado que tantas vidas ha salvado. Más inmoral es hacerlo desde el país que fue capaz de negarnos el oxígeno en plena pandemia, y que incluso obstaculiza tratamientos vitales para niños con cáncer.
Es fácil y mediático reportar la salida de un deportista talentoso, y tildar de «escape» lo que en todas partes es emigración. Pero falta valor para reconocer que se trata de un robo descarado de talentos, que llega al extremo ridículo de querer suplantar a un equipo nacional de beisbol, una burda piratería del deporte, desde un país repleto de leyes que no aplican en el caso de Cuba.
Es fácil y mediático reír y disfrutar de nuestros apagones, nuestras colas, nuestros baches y nuestros pocos vehículos, pero cuidado con mencionar el bloqueo, la prohibición a los barcos petroleros, la persecución enfermiza de oportunidades de negocios. No se habla de eso, so pena de terminar amedrentados e, incluso, agredidos por los señores del odio.
Hay cosas que se tienen que cambiar, hay muchas que se tienen que arreglar, otras en las que es posible dialogar con respeto, pero aceptar que la prosperidad solo sería posible a través de la humillación o el silencio cobarde, está demasiado lejos de aquellos que defendemos algo que se llama decoro, y que una vez perdido no podrá regresar a cambio de ningún cheque.
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