La joven Revolución sabía los peligros que le esperaban. Sabía, además, que el cuerpo de policía existente en el país era tristemente célebre por su carácter servil y sanguinario.
Se imponía entonces la existencia de un cuerpo policial que, contrario a su antecesor, se erigiera como fiel guardián del pueblo, de sus intereses, de su seguridad y, sobre todo, de los valores y principios de la obra triunfante.
Así, en fecha tan temprana como el 5 de enero de 1959, nació la Policía Nacional, esta vez con un apellido que marcaría en lo adelante su existencia: Revolucionaria.
Seis décadas y media han transcurrido ya, y la historia escrita por los hombres y mujeres que la integran habla de fidelidad, entrega, compromiso incólume con la obra que representan, ética y probada integridad.
Pero revolucionaria es un apelativo que va mucho más allá de la referencia a su origen. Revolucionaria es también por sus preceptos de humanismo, de solidaridad; por no constituirse como un cuerpo represivo dispuesto a disparar contra personas inocentes, a utilizar métodos de intimidación y abuso. La nuestra es una Policía que no en vano se define como pueblo uniformado, porque del corazón de ese pueblo nacen sus miembros.
Nunca le han fallado a la Patria; incontables son los momentos en los que su acción ha sido decisiva para hacerles frente a acciones enemigas, a personas sin escrúpulos dispuestas a poner en riesgo la paz y el orden social. En esos instantes de inminente peligro, ha sido el deber su bandera, y pese al riesgo de la vida propia, no han faltado jamás a la palabra empeñada.
Pero defender un sistema justo, brillante, soberana alternativa al capitalismo imperante en el orbe tiene un precio. Ciertamente, en no pocas ocasiones nuestros hombres y mujeres de azul han sido blanco de campañas pensadas para deconstruir el respeto y la admiración que el pueblo les profesa.
Con total descaro e hipocresía, los enemigos de esta tierra han llamado a la violencia, al atentado, a la desmoralización de nuestra Policía Nacional Revolucionaria; pero este pueblo, sabio y agradecido, ha dado a esos intentos la mejor respuesta: seguir confiando en esa fuerza en la que también confió Fidel, en la que siempre ha confiado Raúl.
Nuestra Policía es también un baluarte de la Revolución, uno que merece el reconocimiento reservado para aquellos que componen el bando de los que aman y fundan, para aquellos que eligen el lado correcto de la historia, y no renuncian a él bajo ningún concepto.
Para ellos, no solo el cariño, sino el apoyo incondicional de cada hombre, mujer o infante que tiene un sueño seguro gracias a su desvelo; que se sabe protegido porque existen, que ve en sus filas ejemplos dignos de seguir.
Merecen, hoy y siempre, el abrazo caluroso de toda una Isla, y con él, la felicitación por ser, ante todo, dignos y humildes patriotas.


 
                    
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