ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Una reciente novedad se ha insertado, a modo de requisito adicional, para quienes, al concluir su duodécimo grado y tras aprobar el examen de aptitud, mantienen el interés de cursar estudios de Periodismo. Me refiero a la previa incorporación, un año, al servicio militar.

Válido para hembras y varones, este requisito no es exclusivo de Periodismo. Igual sucede con la carrera de Relaciones Internacionales, a la que, según tengo entendido, ha aportado magníficos resultados.

Como todo lo nuevo, ese cambio ha tenido su impacto, sobre todo entre padres y alumnos que tal vez no estaban preparados.

Con el asunto pudiera guardar cierta relación el descenso que registró, el pasado  9 de diciembre, la cifra de estudiantes presentados al examen de aptitud en relación con la cantidad prevista: fenómeno que, dicho sea de paso, ha sucedido en mayor o menor grado durante los últimos años, sin mediar el mencionado requisito adicional.

Aun así, en comunicación con los presidentes provinciales de la Unión de Periodistas de Cuba, Ricardo Ronquillo Bello, máximo dirigente de esa organización, escribió:

«Las jovencitas que se presentaron a la prueba de aptitud estarían, sin saberlo, haciendo historia si definitivamente todas las muchachas en condiciones físicas en Cuba aceptan pasar el servicio militar como requisito para ir a la universidad… ellas han demostrado una atracción por el Periodismo, digna de exaltar. Se han sobrepuesto por encima de un muy difícil estigma».

La cita me hace recordar el divergente criterio (que, sin embargo, respeto y comprendo) expresado en las redes por un amigo.

Personalmente, puedo considerar que, por la necesidad de periodistas en nuestros medios (no soluble en corto tiempo), cuanto antes se nos gradúen los estudiantes, mucho mejor, porque un año más (de extensión) es un año menos para el ingreso.

Pienso, incluso, en mi etapa universitaria, cuando cada viernes, durante toda la carrera, recibíamos clases de Defensa y egresábamos con el servicio y la preparación militar vencidos… sin necesidad de invertir un tiempo, digamos, extra.

La huella formadora que dejan las Fuerzas Armadas Revolucionarias es incuestionable, como también lo que en disciplina y valores siembran en quienes optan por una profesión que requiere convicciones a prueba de balas de todo tipo, en particular las ideológicas.

Por ello, coincido tanto con Ronquillo en eso de que, sin saberlo, tal vez esas muchachas estén haciendo historia.

La hicieron hace más de 60 años aquellas jovencitas a quienes quizá algunos tildaron de locas, porque se fueron a alfabetizar en montañas, ciénagas y otros recónditos parajes de toda Cuba.

La hicieron (historia) las artilleras que, desde la gloriosa Frontera, en Guantánamo, pusieron proa hacia Angola, para combatir, en caso necesario, codo a codo con nuestros combatientes.

Y la hicieron muchachas como Katiuska Blanco (devenida biógrafa de Fidel), Ledys Camacho, Nieves Toledo y otras que, recién graduadas de Periodismo y sin formación militar previa, volaron hacia África como corresponsales de guerra. ¡Y qué bien lo hicieron, caramba!

Vivimos otros tiempos, lo sé. Pero nos sustentan los mismos principios, la necesidad se mantiene y el adversario es aún más brutal, con antifaz o sin él.

Consideraciones y decisión van por cada quien. Yo me quedo con la comprensión madura del joven padre avileño que –incluso deseando el pase directo de su hija al pupitre universitario– coincidió en que «triste sería ver a la niña renunciar al Periodismo por temor o rechazo a un añito de servicio militar, y lamentarlo después, viendo egresar, graduadas, a sus compañeras: esas que hoy se ponen al servicio de este tiempo».

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