Vamos a desordenar a Cuba –se dijeron, mientras ponían abundante dinero en las maletas–; así como está no nos conviene (pensaron); tiene mucho orden, demasiada unidad, y ese patriotismo que la hace resistir de manera increíble. Tenemos que llevar aplausos, loas, halagos para los que acepten ser aplaudidos, aupados y celebrados; por suerte para nosotros, a esos no les interesa recordar aquello de que «si tu enemigo habla bien de ti, preocúpate».
Algunos ya han mordido el anzuelo y hemos podido afincarles la idea de que, «todo en esa Isla está mal a causa de sus propios errores»; al menos a esos ya les tumbamos del vocabulario las palabras bloqueo, subversión, y otras demasiado molestas para este plan. Si alguna resistencia quieren hacer, para eso está el vocablo embargo, que es más nuestro, menos agresivo, y sirve muy bien para guardar las apariencias.
Otro escollo es la solidaridad, esa dichosa manía que tienen de compartirlo todo e inclinarse hacia el lado de los más débiles. Es urgente que multipliquemos el egoísmo, el «quítate tú para ponerme yo», el «resuelve, lucha, y los demás que se fastidien», el «si mi familia está bien, el país no importa». Si logramos que esas sean las esencias, habremos avanzado en el empeño de apagar esta ínsula, de ponerla tan pequeña como aparece en el mapa, y no tan grande como luce ante el mundo.
Tenemos que revisar las carencias, algo tiene que estar fallando con eso, no es posible que les falten tantas cosas y sigan resistiendo, ya casi no nos queda nada material que podamos quitarles; sin embargo, hacen magia y sacan sustos.
Hemos diseñado el comodín para que todo sea culpa de lo «oficial», hacer blanco contra eso debe ser el objetivo, nada que huela a Estado puede ser perdonado. Si el arte viene del Estado, habrá que denigrarlo; si las leyes vienen del Estado, habrá que socavarlas; si los esfuerzos vienen del Estado, habrá que minimizarlos; si los resultados positivos se logran por el Estado, habrá que ignorarlos; pero si los errores vienen del Estado, habrá que realzarlos y magnificarlos.
Tenemos que inventar nuevas excusas, nuevos pretextos, olfatear los indicios y colarnos allí donde la pequeña semilla de un disgusto pudiera germinar con nuestra ayuda. Para ese fin nos da igual la música que las colas, la orientación sexual o el amor por los perritos. Después que el árbol se desordene y crezca, ya nadie podrá arrebatarnos la fruta.
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Dianelis Suarez Pupo dijo:
1
15 de noviembre de 2023
15:46:20
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