ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Soy parte de una generación que ha vivido una mitad antes y otra después de la línea web. Ahora que pasamos de 50 (pero solo un poquito), es interesante hacer algo así como un balance de nuestra existencia pre y posdigital. A veces me parece que he andado por dos vidas, una donde infancia y adolescencia tenían olor a campo, pelota y río; junto a otra, matizada por celulares e internet.

Es algo así como un privilegio generacional, aunque algunos más jóvenes piensen lo contrario y les parezcan «desesperantes» aquellas jornadas de ajedrez, dominó y parchís, en la noche, con mucha pelota callejera durante el día.

Eran tiempos en que los libros tenían menos rivales en su misión de cultura y como opción para el asueto. Épocas de casetes rebobinados con lápices, cartas escritas a mano para novias y recados que debían esperar a que llegaras, porque el teléfono no iba contigo a todas partes.

Nuestras primeras fotos fueron impresas y había que conformarse con la imagen o romper la cartulina, nada de borra y tira de nuevo, y mucho menos aplicar filtros o programas que te tumban hasta 20 años con un solo clip; luego cruzamos la línea y saboreamos el dulce gusto de Photoshop.

La mitad de nuestros años de estudio y la formación de nuestra cultura demandaron un contacto permanente con los textos y apurar la mano hasta el cansancio, anotando citas o redactando párrafos; la otra mitad ha contado con eficientes auxiliares movidos por la agilidad de un mouse.

Nuestras primeras graduaciones terminaban con unas simpáticas libreticas, donde cada uno anotaba su dirección y algún que otro teléfono de contacto; los últimos grupos docentes de los que fuimos parte culminaron con intercambios de emails, direcciones en Facebook o en WhatsApp.

En la primera vida nuestra red social funcionaba sobre los bancos de un parque, bajo la sombra de un árbol o en el contén de la calle, al anochecer, y el «Me gusta» se daba con una mirada; en esta segunda vida, la palabra amigos ronda los 5 000, aunque es casi seguro que no tengamos la mirada de todos ellos en vivo y en directo.

Yo creo que es un privilegio haber conocido el antes y el después de la línea web, y, como alguien escribió por esos mundos digitales, lo mejor del asunto es que muchas de nuestras travesuras no podrán ser descargadas de la red.

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