ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Una herida abierta, sangrante, eso es todo lo que imagino cuando el mapa me muestra la Franja de Gaza. Cárcel al aire libre le llaman, mejor sería llamarla infierno.

¿Hay acaso mejor definición de algo infernal que la desesperación de ver cómo la muerte acecha, implacable, directo a lo que más amas, y no tener hacia dónde ir? ¿Podrá existir algo más duro que tener casi la certeza de que en cualquier momento una metralla partirá en dos el corazón de tus hijos y no poder hacer nada?

Decir que las imágenes de Palestina conmueven es tratar con ligereza esa punzada en el pecho que provoca el rostro herido de un niño, las lágrimas de los ancianos, el sufrimiento ahogado de hombres y mujeres que no tienen tiempo para llorar, porque deben buscar el modo de sobrevivir otro día; otro sin agua, sin comida, en la oscuridad que solo las explosiones de las bombas que los masacran son capaces de romper.

Palestina no conmueve, Palestina lacera el alma, como solo puede hacerlo el rostro más fidedigno del horror y la barbarie.

Y qué impotencia se le atraviesa a uno. Porque el mundo exige, reclama, condena y juzga, pero nada pasa. Y la ayuda humanitaria, la de verdad, la que no está pensada para colonizar, también se ha obstaculizado. Tantas vidas que pudieran salvarse, y tanta esperanza que pudiera llegar, pero a los agresores no les interesa.

Allí en el hospital hay familias enteras bajo sábanas blancas manchadas de rojo. Allí, inertes, yacen los besos, los abrazos, las sonrisas, las canciones de cuna, el calor de las miradas, la cena de cumpleaños, el proyecto de vida. ¿Con qué derecho puede alguien robarse todo eso?

Pero el monstruo de la guerra es sordo, ciego, masa amorfa vacía de piedad.

No le importan al ejecutor y a su protector las voces del mundo, las otras voces. El uno alimenta su odio visceral contra un pueblo al que quiere barrer de la faz de la tierra. Para el otro, no es más que otra masacre, otra que no le hace mella, que nada tiene que ver con su «soberanía» o «seguridad nacional»; pero azuza el fuego con el mismo pensamiento del ave de rapiña: recoger de los despojos su tajada.

Resistencia dicen, y la palabra les basta para justificar el crimen, como si resistir no fuera el más primario de los instintos, como si no fuera el más sagrado derecho de quien se niega a permitir ser aplastado, dejar de ser, que es lo mismo que dejar de existir. Y aunque nada pueden las piedras contra un tanque blindado, contra las armas de exterminio, contra los radares que eligen blancos humanos al azar, como quien tira los dados y espera, el pueblo palestino aún hace eso, resistir, y quienes lo acechan no comprenden que todavía sea posible.

Y aunque sé que estas letras no harán la diferencia, quiero que la mía se una a las otras, a las millones de voces que ojalá nunca se cansen, que ojalá nunca se callen. Porque callar ante tamaño genocidio es prácticamente ser cómplice de quienes lo cometen.

Free Palestine, o Palestina libre, qué importa el idioma o la etiqueta. Lo que importa es el empuje que tengamos, unidos, para que no sea este otro crimen de lesa humanidad que quede impune. Otro trago amargo para la historia que ya ha bebido tantos.

Lo que más duele de Palestina no son los rostros infantiles demacrados por el miedo y el dolor, no son los años de guerra, no son la estrechez de una franja ni los escombros grises donde antes hubo tanta belleza y color.

Lo que más duele de Palestina es saber que, como en tantos sitios del planeta, no hizo esto un terremoto, ni un tsunami, ni un monstruo que emergió de la nada; esto lo hicieron, lo hacen, otros hombres.

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Celestino Ramirez Reyes dijo:

1

11 de noviembre de 2023

10:42:37


Periodismo que se hace con el corazón